El ejemplo de María
Mi último escrito como Hermano Mayor para una edición digital de nuestro boletín lo dedicaré a hablar, como no puede ser de otra manera, de Ntra. Sra. de las Penas, la Madre de Dios, a quien en unos días rendiremos solemnes cultos con el Triduo y la Función en su honor.
Nunca se pierde en nuestro paso, ni tampoco en nuestra capilla y mucho menos en nuestra vida de Hermandad. María, Ntra. Sra. de las Penas, está siempre presente en nuestros corazones, pues ese Cristo de la Caridad tuvo una madre carnal… y esa fue Ella. Así pues, Santa María Madre Dios, Ntra. Sra. de la Penas, Madre del Cristo de la Caridad, es el título más grande que se le podía dar a una mujer: María, Madre de Dios. Todo un título que es una profesión de fe. Fe en Jesucristo, donde hay margen de la naturaleza humana de Jesucristo y también en la naturaleza de Dios, como segunda persona de la Santísima Trinidad.
María, Madre de Dios, Ntra. Sra. de las Penas es la más excelente, la que Dios ha llenado de la total Gracia convirtiéndola en la mujer aplicada durante toda su vida a la Misión, la que Dios le ha encomendado: ser la madre de Jesucristo. Tantas veces no entendiendo y tantas veces no comprendiendo, pero sabiendo estar desde el momento en que le dijo “hágase en mí según tu palabra” en una disposición total, a lo que entendía y a lo que no entendía, a lo que le podría gustar o no le podía gustar. Desde el momento de su concepción, desde el “hágase” hasta el momento de la Cruz donde supo estar.
Nosotros, no de una manera física y si de una manera espiritual también hemos sido alagados por Jesucristo, también podemos acoger a Dios en nuestro seno, como una madre. El mismo decía “que quién es mi madre y quiénes son mis hermanos: los que escuchan la Palabra”. María escucha en el momento de la anunciación y esta Palabra aceptada se ha hecho carne.
Quedémonos con que todos hacemos de Madre, acogiendo al Señor dentro de nosotros: en Navidad en Belén, en cada comunión, en cada Lunes Santo en nuestro paso... Esa acogida del Señor en nuestro cuerpo nos hace sentir como María, la Madre de Dios, porque lo que lleva dentro no sea su voluntad sino la voluntad de Dios. En ese niño que llevamos dentro, como dice San Pablo, “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”, y nuestra vida debe, por tanto, estar en función de Él, al que como todos hemos de entregarnos y cuidar.
En ese espíritu de acoger nuevamente a este Hijo y a esta Madre hemos preparado unos cultos a María durante este mes de mayo al que estáis todos invitados, así como a los cultos en honor del Santísimo Sacramento que durante el mes de junio celebraremos, y en este año especialmente con motivo del 75 aniversario con una recuperada Procesión Eucarística a la que deseo acompañemos todos junto al “Amor de los Amores.”