Los tiempos que nos tocan vivir

N.H.D. Antonio Távora Alcalde
Antonio Távora Alcalde
 

Se estremece el más profundo sentimiento de nuestro ser cuando cada Lunes Santo cruzamos de regreso el dintel de San Andrés, con el tañido de la campana a duelo, como sonido que nos indica el final del camino.

En ese momento, las despedidas, los “hasta el año que viene” de unos y los “hasta el próximo martes” de otros, la misión del deber cumplido y la experiencia de haber estado en su Traslado al Sepulcro un año más, nos fijan un antes y un después; se terminó un periodo y comienza otro.

Sentimientos parecidos son los que en estos días próximos a comenzar un nuevo periodo de Junta de Gobierno nos invaden, no solo al Hermano Mayor sino a muchos herma- nos que han prestado su servicio en este tiempo. Pero no hay duelo en este caso, pues recuerdo que escribía en febrero de 2018 en este boletín, que veníamos a servir con alegría, y así es como han transcurrido estos tres últimos años de Hermandad. Con nuestras sombras y nuestras luces, con un destino inesperado que nos hizo tener que experimentar una Hermandad diferente en muchos escenarios tan extra- ños, que hasta tomar decisiones que costaban tanto como el esfuerzo de nuestra cuadrilla en esa chicotá última en la intimidad de los que estamos en el interior de San Andrés, con todo esto y algo más, al final hemos intentado dejar el paso en su lugar, cuadrado y bien posicionado, como cuando Manolo Villanueva golpea el martillo a la voz de “ahí quedó”. Seréis pues vosotros a modo de cabildo de incidencias los que tengáis que evaluarnos y valorarnos. Estoy seguro que el andar de este paso no habrá sido perfecto, y por ello os pido disculpas, si alguna vez hemos rozado uno de los costeros o quizás se nos ha descolgado la cofradía, o en nuestro desfilar hemos desviado la atención que se nos requería, a pesar de ello os aseguro que aún con muchos nubarrones sobre el cielo, sobre todo en este último y extraño año, hemos intentado que sin dejar de atender al “negocio importante de nuestra salvación”, llevar a cabo “el cumplimento exacto de nuestros deberes” como Junta de Gobierno.

Se acaba un periodo y comienza otro. Aún con un firmamento triste y lleno de nubes que hacen difícil tomar decisiones, como cuando un Lunes Santo se siente amenazado por la lluvia, de forma tenaz y con la cabeza fría, como siempre ha sido en nuestra Hermandad, iniciamos otros tres años con renovadas ilusiones y con una esperanza enorme de volver a poder llegar a la Catedral. El hecho de pisar mármol catedralicio ¡¡significaría tanto!!: cabremos todos de nuevo en San Andrés para asistir a nuestros cultos, podremos respirar el olor del azahar del naranjo o del incienso de nuestros acólitos directamente a nuestro sentido del olfato sin ninguna barrera que lo ningunee, repartiremos de nuevo las papeletas de sitio, los actos de formación, los preciosos cultos, las convivencias, nuestro paso resultará como siempre esbelto y bello, seremos reunidos en el grupo de oración y po- dremos celebrar el próximo 75 aniver- sario fundacional. Para todo ello queremos y esperamos trabajar los nuevos miembros de la Junta de Gobierno junto con todos vosotros en es- tos tres próximos años. Necesitamos plantearnos vivir la Hermandad como siempre, pues este extraño tiempo no pue- de ser eterno y nuestra ilusión debe -con coherencia y prudencia-, estar presta para trabajar con alegría por nuestra Hermandad.

Por todo ello, cuento con todos vosotros, porque a pesar de lo que nos acontece hoy día, la Hermandad tiene que estar ilusionada y abierta a todos, siguiendo su calendario y las acciones previstas, pues nada nos debe eliminar nuestra ilusión.

Pero por encima de todo, tenemos el mejor seguro de vida para que todo esto acontezca como ha sido en este periodo que ahora termina, como sigue siendo en estos momentos y como será en los tres próximos años: la Caridad. La advocación de nuestro Cristo, desbordada en estos momentos y atendida en muchos ca- sos por encima de nuestras posibilidades, provoca que mientras el amor entre los hermanos esté por encima de todo, nuestra Hermandad, como parte de la Iglesia diocesana de Sevilla, estará, por mucha extraña situación que haya como la que vivimos ahora, con un futuro cierto y asegurado. Porque “Bien le va al hombre que se apiada y presta; arreglará sus asuntos con juicio. Porque nunca será sacudido; para siempre será recordado el justo. No temerá recibir malas noticias; su corazón está firme, confiado en el Señor” (Salmo 112, 5-9).

En esta confianza en el Santísimo Cristo de la Caridad, Nuestra Señora de la Penas y Santa Marta, os agradezco vuestra ayuda en mi nombre y en el de todos los hermanos que han formado hasta este mes y de los que van a formar parte de la próxima Junta de Gobierno, para que, con vuestra ayuda, podamos entre todos realizar “el cumplimiento exacto de nuestro deberes para que sea el escalón por donde subamosa los descansos eternos. Amén.”