Algo sucede en San Andrés, Madre, algo se mueve en la “Betania” de Sevilla. No sé cómo explicarte que aunque siempre sentía tu presencia callada allá por donde iba, un día descubrí una iglesia en Sevilla donde al cantarte, tu voz comenzó a resonar con una especial fuerza dentro de mi. Miraba alrededor y contemplaba con orgullo cristiano lo que allí por tí se hacía, Señora de las Penas, por tu Hijo Cristo de la Caridad, rodeado del olor a ungüento vertido por a la que también seguían, la fiel Santa Marta, quien supo dejarlo todo para atender “lo primero” de la vida… Algo especial brotaba de aquella gente, Madre, de aquella santa hermandad, que con tanta veneración te miraban, te pedían, y por otra parte, de su lema orgullo hacían: “Charitas Christi Urget Nos”.
Madre y Señora de las Penas, que desde entonces me acompañas, me bendices, me das fuerzas, me levantas, secas mis lágrimas y en tus manos me acoges y me besas, con la ternura de una madre, con la paciencia infinita con la que el sol abriga la primavera para dar luz a las flores y engalanar los campos ante tu presencia. Madre y Señora de las Penas, déjame que te cuente que a veces siento vergüenza, de pedirte súplica y calma para mis lamentos, porque sé cómo tu también te encuentras, te miro y te veo llorando ante tu Hijo, sufriendo con la pena, de saber que el mundo lo ha matado, a Aquel que el mismo Dios a ti te entrega.
¡Qué grande eres Madre mía, qué ejemplo de entereza, fe y entrega! Crías a un Hijo que el mismo Dios te da, y sin saber cómo ni dónde, sacas fuerzas de flaqueza para que no le falte de nada, al que todo lo es y el que todo llena. Solo de pensarlo asusta, y Tú, Madre mía, Madre nuestra, con verdadera fe lo llevas a término y nuestro camino abres y muestras… No somos nadie, no somos nada… Perdónanos Madre nuestra, acepta nuestros ruegos y llévanos de la mano por la verdadera senda. Queremos abrigarnos con tu pecho, queremos que nos lleves al Padre, queremos que nos des paz y protejas.
Hoy el mundo parece estar más loco, triste, en guerras… pero ¿sabes qué, Madre de las Penas?, aquí en Santa Marta, en tu casa, la Betania de Sevilla, hay muchos locos por tu amor, y muchos cuerdos por Su palabra, la de tu Hijo, ese que Tú criaste Madre mía, el Único Dios, el Cristo que a todos guía. Quiero que sepas Madre, que en Santa Marta se regalan nuevas vidas, quiero que te sientas orgullosa, feliz con su esfuerzo, porque los que en la Betania habitan, están logrando construir aquí El Reino, cuidan tu casa y a Jesús imitan.
Aquí en Santa Marta, en tu casa, la Betania de Sevilla, hay muchos locos por tu amor, y muchos cuerdos por Su palabra, la de tu Hijo, ese que Tú criaste Madre mía, el Único Dios, el Cristo que a todos guía
Gracias Madre mía por escucharme, gracias por abrazar mis alegrías y penas. Virgen de las siete lágrimas, Madre del consuelo, Señora de las Penas, no me abandones aunque me pierda. Anúnciale a Tu Hijo que aunque pecadores somos, de tu mano, Él siempre será nuestro guía.
Consuelo de mi alma, Madre en mis desvelos,
Señora de las Penas, esperanza de mis anhelos.
Ruega por nosotros Madre mía,
ilumina nuestras almas en la tiniebla,
coge nuestras manos como a tu Hijo
y llévanos por la justa y recta senda.
Danos tu fuerza Reina y Madre,
sin ti el mundo está perdido,
sin ti el mundo huérfano queda.
Apriétanos en tu regazo, torna nuestras penas,
consuélanos del sufrimiento que no calla,
aparta los lloros, silencia los gritos que no cesan;
porque aunque nos sintamos hundidos, Madre mía,
el mirar de tus ojos con tus siete lágrimas nos libera.
Consuelo de mi alma, Madre en mis desvelos,
Señora de las Penas, esperanza de mis anhelos.