Nadie nunca ha ejercido esta profesión durante más tiempo que Ella y ha llevado más defensa de tantas personas. Se lo decimos en la Salve: “Ea, pues, Señora Abogada nuestra”.

Es la Abogada por excelencia y estoy seguro que nunca nadie ha sido tan invocada, tan llamada buscando protección y tu defensa como nuestra Madre, por eso, eres la Abogada por antonomasia.

¡Qué gran intercesora tenemos en nuestra Santísima Virgen de las Penas! Yo también he acudido muchas veces a Ti y jamás has dejado de escucharme. No hay ninguna petición de nuestra Madre que no pueda lograr lo que quiere del Señor, como en las bodas de Caná. Es justo que un hijo obedezca a su madre, por eso Jesús, gracias por dejarnos a tu Madre como Madre nuestra, como Abogada nuestra que nos cuida, que nos defiende, que nos protege. ¡Gracias!

Te pido Virgen de las Penas, que siempre vaya agarrado a tu mano, que te invoque, que te mire, que piense en Ti, que no te aparte de mi boca y de mi corazón. Perdóname si alguna vez me suelto de tu mano, si me olvido un poco de Ti creyéndome que todo lo puedo; en esos casos agárrame fuerte Madre mía para no caer, que seas Tú siempre mi guía y mi amparo, por eso quiero aprovechar este mes de mayo para meterte más hondo en mi vida, en mi corazón para que no me olvide de acudir a Ti en tantos momentos de mi vida.

Que nunca me olvide antes de terminar el día de rezar esas tres Avemarías que me enseñaron mis padres y que tanta eficacia tienen cuando te digo “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”, te pido que no dejes de oír mi petición cuando tenga que presentarme delante del Señor para ser juzgado, que lleves mi defensa como Abogada mía, que me sonrías y hables Tú en mi lugar defendiéndome y hablando por mí ante ese Juez justo y misericordioso que es el Señor.

Por eso Madre mía no te olvides que cuando Tú estés en la presencia del Señor decirle cosas buenas mías, aunque sé que no siempre te lo pongo sencillo, pero los ojos de una Madre siempre ven lo que otros no ven porque tus ojos para tus hijos son de auténtico amor.

Así sea.

N.H.D. Pedro J. Millán Raynaud
Consiliario primero