Reproducimos a continuación el artículo que D. Eduardo Martín Clemens, predicador del Quinario, ha escrito para el boletín de Cuaresma y que recoge las ideas principales expuestas durante el culto. D. Eduardo ha dejado honda huella en los asistentes al culto principal de nuestro titular invitándonos a la reflexión y a la oración.
Si tu puesta en la calle es magistral, yo necesito que me revistas de tu caridad para que mi conversión sea auténtica y te pueda acompañar, junto con los varones y las santas mujeres, a la sepultura.
No se trata de sumar quinarios o de cumplir con las reglas. Eso es necesario, pero sería una insensatez quedarse en los mínimos y obviar el magis ignaciano para poder tener los mismos sentimientos de Cristo (Fil. 2,5).
Saturados de organización, tenemos carencia de ardor apostólico que nos haga remover las montañas para ceder nuestra vida, como José de Arimatea cedió su sepulcro, y albergar el cuerpo de Cristo. Cuerpo, no yacente en estos momentos como esculpió Ortega Bru, y que nos deja a todos conmocionados en la tarde noche del Lunes Santo, sino cuerpo hostia convertido en Eucaristía y del que nos alimentamos como frágiles caminantes.
El Quinario no es para aprender ni para moralizar. Es para vivir la Palabra de Dios, que se anuncia, alimentarnos y tomar fuerzas para el camino y provocar un encuentro con el Señor que transforme nuestras acomodadas vidas en una vida desgastada, que no quemada, después de amar hasta el extremo como el Maestro nos indicó en la Última Cena, cuando la suerte estaba echada y el final pactado.
Tenemos carencia de ardor apostólico que nos haga remover las montañas para ceder nuestra vida y albergar el cuerpo de Cristo
Necesitamos la elegancia espiritual de quienes le acompañaron en aquel momento, para ser acompañantes de camino de toda la nómina de hermanos en una sociedad hostil que busca el efecto de lo inmediato, que llama acción social a lo que no puede ser otra cosa en cristiano más que la caridad de Cristo y que solo será creíble si, al practicarla, nos despojamos de nosotros para revestirnos de Él.
Necesitamos la fe de la Virgen para que nuestro juramento de reglas tenga la firmeza de sentir con la Iglesia tanto en sus dogmas y creencias como en el ejercicio de la caridad hasta el extremo. Poner el acento en una parte de la balanza es mezquindad porque el sí de la Virgen fue tan generoso que, lo que afirmó y la entrega que hizo a Dios en Nazaret, tiene su cumplimiento cuando va por el lugar en el que fue enterrado Cristo.
Mira a Santa Marta: no es ir trajinando por la vida llenos de eventos sin espacio para Dios…, es amar y servir agradecida por la amistad que le brindó el Señor y sin otra utilidad que el primer paso para desembocar en la contemplación.
Si el Señor no nos reviste de su caridad nuestra fe será vergonzante y la practicaremos en el templo para negarla en la calle. Miremos a las figuras secundarias del paso para gritar con nuestra vida el discipulado y seguimiento a Jesús.
Nuestro servicio, como el de Marta, ha de ser una lucha por la justicia sabiendo que, si ésta no va revestida de misericordia, se convierte en la más grande de las injusticias.
Pongamos, todos los días del quinario, la mirada en la Virgen, no en dirección hacia la sepultura sino retrocediendo en la vida de Nuestro Señor para ver las causas de tal desenlace y no compadecernos de la escena sino de nuestra indiferencia porque, a pesar de tanto culto, aún estamos lejos de completar en nuestra carne lo que falta a la Pasión de Cristo. Dejémonos conducir por María para que sea Ella la que nos coloque justo en el lugar que debemos ocupar ante la Pasión del Señor.
Eduardo Martín Clemens, Pbro.
Predicador del Quinario 2020