Mayo, el mes de María

Hemos vivido la cuaresma, tiempo de renovación y conversión personal, como decía en el boletín de febrero. En ella hemos celebrado algunos de los cultos más importantes de nuestra Hermandad, con una asistencia y una participación numerosa de los hermanos.
Hemos celebrado el Quinario al Santísimo Cristo de la Caridad, la Función Principal, nuestro Solemne Viacrucis, el Besapiés y la Meditación ante el Señor donde Rosa García Perea nos hizo llegar sus vivencias más íntimas y su relación personal con nuestro Cristo. Y, gracias a Dios, pudimos celebrar la Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral tal como señalan nuestras Reglas. Y digo gracias a Dios porque, como todos sabemos, hemos vivido una de la Semanas Santas más aciagas, meteorológicamente hablando, de los últimos tiempos. El Señor nos quiso dar una tregua en las lluvias y la hermandad de Santa Marta pudo ofrecer, un año más, ejemplo de formalidad, compostura y seriedad ante las numerosas personas que contemplaron nuestros discurrir por las calles de Sevilla. Fueron unas horas que nos permitieron, en silencio y recogimiento, acercarnos al Señor desde la oración y la meditación.
El Señor nos quiso dar una tregua en las lluvias y la hermandad de Santa Marta pudo ofrecer, un año más, ejemplo de formalidad, compostura y seriedad
Y después de la Semana Santa, tras la Pascua de Resurrección, celebración más importante de la Iglesia y fundamento de nuestra Fe, pues establece a Jesús como el Hijo de Dios y nos da a todos los cristianos un nuevo nacimiento a una esperanza viva, llegamos a uno los meses más bonitos del año litúrgico: el mes de mayo, dedicado por la Iglesia Universal a la Madre de Dios, la Bienaventurada Virgen María.
Esta tradición de dedicar el mes de mayo a la Santísima Virgen María procede del siglo XVII y simboliza el triunfo de la vida representada en la Virgen como Madre de Jesús, y, por tanto, de la Vida. La celebración del mes de mayo es un homenaje y una acción de gracias hacia Nuestra Madre.
Ella, como Madre de todos, nos cuida con su amor infinito y nos ayuda, intercediendo ante Jesús, en todo lo que necesitemos.
Tenemos la ocasión de profundizar en la vida de oración con su ejemplo, pues fue la primera discípula, la que escuchaba con el corazón abierto a las enseñanzas, y la que hablaba con el Señor desde su profundo amor maternal. Estaba siempre dispuesta a recibir, conservar y meditar la palabra de Dios. Y para seguir su ejemplo de escuchar y hablar con Dios, debemos practicar la oración. Nos acercaremos a través de ella a nuestro camino de perfección y a vivir cerca de Dios en nuestros hermanos.

En este tiempo propicio para renovar el amor que todos los bautizados debemos profesar por María, aquella a la que Dios eligió desde la eternidad para ser Madre de Cristo, celebraremos el Solemne Triduo a la Virgen de las Penas. Será un momento idóneo para que demostremos que estamos pendientes de Nuestra Madre y agradezcamos todos sus cuidados.
Ella nos acerca al Cielo y es la mejor prueba de que es posible alcanzarlo.
Decía San Juan Pablo II que María Santísima es la Estrella de la Evangelización, recuperando el título que le diera San Pablo VI, según nos recuerdan los obispos del sur de España en su carta pastoral.
Demostremos nuestro amor a nuestra Bendita Madre, la Virgen de las Penas, participando activamente en su Triduo, en la seguridad de que Ella nunca nos abandonará. Que la Santísima Virgen de las Penas nos acompañe siempre a lo largo de nuestra vida e interceda por nosotros.
