Es tiempo de volver al primer anuncio, a evangelizar desde cero sin presuponer que vivimos en una sociedad cristiana llena de cristianos convertidos y convencidos.
EXISTIMOS PARA EVANGELIZAR
La Iglesia «existe para evangelizar» (EN 14) y nosotros los cristianos «existimos para evangelizar»1. Es una causa nunca acabada para cual la Iglesia es una casa siempre abierta, para los que llegan por primera vez y para los que vuelven (cf., EG 46-49). Durante estos últimos años de laicismo predominante en la sociedad se ha puesto en evidencia la debilidad de nuestra fe y la necesidad de fortalecer el vigor espiritual de nuestra Iglesia. Por ello se hace necesaria una nueva evangelización, una evangelización kerygmática, o para que se entienda mejor, una evangelización que «debe situarse en una profunda continuidad y semejanza con la primera»2. Es tiempo de volver al primer anuncio, a evangelizar desde cero sin presuponer que vivimos en una sociedad cristiana llena de cristianos convertidos y convencidos.
El Papa Francisco nos recuerda que el primer anuncio o kerygma, debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial (cf. EG 164). Pero antes de profundizar en el sentido del kerygma me parece oportuno recordar qué es evangelizar.
EVANGELIZAR
La evangelización es anunciar el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino y el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a quienes no lo conocen o no lo tienen en consideración, para llamarlos a la conversión. Es la adhesión personal a la verdad de la Encarnación del Hijo de Dios, reconociendo la unión con Cristo muerto y resucitado como el único plan de salvación universal para toda la humanidad que nos introduce en la vida eterna. Teniendo en cuenta el bien que produce en nosotros conocer y vivir todo lo anteriormente enumerado, el hecho de anunciar el Evangelio es una consecuencia del mandamiento del amor a Dios y al prójimo, ya que supone un bien para todos los hombres: «nada hay más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él»3. Nuestra respuesta a todo este amor recibido ha de ser la de estar siempre dispuestos a dar razón de nuestra esperanza (Cf. 1Pe 3,15), o lo que es lo mismo, anunciar las bondades de Dios desde nuestro conocimiento y experiencia.
La evangelización incluye el anuncio de la salvación que nos viene de Dios y la aceptación personal de ese anuncio. Esta aceptación del anuncio, bien asumida y vivida, ha de tener como consecuencia la conversión del corazón. Acoger el anuncio nos introducirá en una nueva vida en la Iglesia a través de los sacramentos para que sea vivida comunitariamente y nos lleve a la renovación del entramado social. La evangelización ha de tender a cristificar nuestra cultura.
La conversión es un don de Dios, obra de la Trinidad en nosotros, no se convierte uno de una vez, es un proceso que abarca la vida entera y se prolonga desde el bautismo hasta la plena configuración con Cristo (cf. RM 46), se trata de una vida vivida ya desde la perspectiva de la resurrección. Ésta es la novedad del cristianismo: vivir la vida terrena desde la verdad de la vida eterna4.
KERYGMA
La evangelización kerygmática es precisamente éste primer anuncio de salvación; el Papa Benedicto nos recuerda solemnemente que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva por ello» (DCE 1). Lo primero que busca propiciar este anuncio es el encuentro personal con Cristo. Optar por una evangelización kerygmática no es desposeer de contenido la fe, al contrario, «nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio» (EG 165). Sobre la aceptación de ese anuncio es desde donde podremos ir creciendo y profundizando en el contenido dogmático, ético y social de nuestra fe.
Si buscamos en un diccionario específico nos encontramos acerca del término kerygma:
«La palabra kerygma significa el “anuncio” de una buena noticia por medio del heraldo. En el Nuevo testamento, indica “proclamación” de la Buena Nueva (la gozosa noticia) por medio de la “predicación” (Rom 16, 25). De hecho, es el primer anuncio sobre Dios Amor, que ha enviado a su hijo Jesucristo, hecho hombre como nosotros, para nuestra salvación.
Jesús mismo hizo este “anuncio”, proclamando: el Reino de Dios está cerca (Mc 1,15). Con ello indicaba que las promesas mesiánicas ya habían llegado a “su tiempo”. La acogida del Reino incluye un cambio de mentalidad (la “conversión”) y una adhesión a la persona de Cristo y a su mensaje: “Creer en el evangelio” (Mc 1,15; cf., Lc 4,43; 11,20). Los Apóstoles invitaron a recibir al mesías (el “Cristo”), cómo ungido y enviado por Dios en la “plenitud de los tiempos” (Gal 4,4)»5.
La centralidad del kerygma en la dinámica de la evangelización y de la predicación demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas (cf. EG 165).
LLAMADOS A SER CRISTIANOS CONVERTIDOS Y CONVENCIDOS
Vamos a quedarnos con una idea sintética del kerygma entendiéndolo como un primer anuncio lleno de ardor que un día transforma al hombre y lo lleva a la decisión de entregarse a la persona de Jesús por la fe (Cf., CT 25). Una persona que vive esta experiencia se puede decir que es una persona evangelizada, y a partir de ahí podrá seguir creciendo como cristiano mediante la enseñanza de los apóstoles (por medio de la catequesis y la predicación), la fracción del pan, la vivencia de la comunión y la oración (cf. Hch 2,42).
En los días de Quinario en honor al Santísimo Cristo de la Caridad intentaremos que la predicación tenga un tinte kerygmático, un primer anuncio que nos lleve a descubrir que ante todo Dios es Amor y se nos ha revelado para mostrarnos su salvación, por ello lo elegimos como la mejor de las opciones como el Señor de nuestra vida.
Con mis mejores deseos, un saludo en el Señor.
D. Oscar Díaz Malaver, pbro.
Vicario Episcopal para la Nueva Evangelización.
Predicador del Quinario 2018
NOTAS
- BENEDICTO XVI, Audiencia al Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias (21 mayo 2010).
- F. SEBASTIÁN AGUILAR, Evangelizar, Encuentro, Madrid 20102, 27.
- BENEDICTO XVI, Homilía en la Santa Misa por el inicio del Pontificado (24 abril 2005).
- Cf. F. SEBASTIÁN AGUILAR, Evangelizar, 63-69.
- J. ESQUERDA BIFET, “Kerygma”, en Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid 1988.

