La Meditación ante el Santísimo Cristo de la Caridad del presente año fue un intenso reflejo de la Hermandad de Santa Marta de la mano de nuestro hermano Javier Márquez.
Sus palabras fluyeron con naturalidad de hermano entre hermanos de Santa Marta dentro nuestra casa, la parroquia de San Andrés. Como un espejo, como una proyección de nuestra mejor vida cotidiana, sus reflexiones nos reflejaron como pocas veces a quienes sentimos en lo más profundo de nuestra vida la devoción del Santísimo Cristo de la Caridad.
En el inicio de su discurso, el meditador recordó el primer encuentro a solas con el Cristo siendo muy joven: “Noté cómo la punta de mis dedos resbalaba sobre la piel de Dios. No sabía muy bien si nervioso o impresionado, sentía en las yemas el ungüento, el linimento de perfumes y flores frescas con el que te había amortajado tu Madre, Marta y el resto de Santas Mujeres. Fue ese día Señor, y no otro, en el que como Paulo de Tarso, caí del caballo de la superficialidad para ir adentrándome en la profundidad de la verdad, de Tu Verdad”; y cuando lo portó por primer vez en los añejos Via Crucis que rodeaban San Andrés, entonces dejó de “verlo” para comenzar a “sentirlo” en su vida: “Ese día quería verte de cerca. También era de noche, como ahora. Tu cuerpo descansaba sobre una pequeña parihuela que con el tiempo supe que aquí familiarmente llamaban cuna y que los hermanos portaban con suma delicadeza. Acababas de visitar el antiguo convento de las Siervas de María. Yo, atraído por la desgarradora imagen de tu cabeza reposando sobre el almohadón, te salí al paso. Sé que en ese momento notaste mi presencia. Pude portarte durante un pequeño tramo del recorrido. Fueron pocos metros. Dos, tres minutos, pero de una intensidad tal que aún me conmueve recordarlo. Durante ese instante dejé de verte, pero empecé a sentirte”.
Tuvo pasajes muy sentidos sobre los niños de la Hermandad y los mayores, siempre presentes, ambos con profundas implicaciones sociales. La infancia más empobrecida del mundo tuvo esta intensa presencia en sus palabras: “Porque nuestros hijos comen cada día, disponen de la ropa que necesitan y tienen juguetes para divertirse como niños que son, pero ellos no entienden que haya cuatrocientos millones de niños esclavos en el mundo, que 19 mil niños mueran al día por causas evitables por nuestra sociedad, que en el cuerno de África los pequeñines convivan con las moscas y se consuman convirtiéndose en esqueletos en vida y más cerca, aquí en Sevilla, que 6 mil niños no tengan nada, absolutamente nada, que comer”.
Dibujo a carboncillo de Eva Márquez. Hermana del meditador
La espiritualidad y la personalidad de la Hermandad de Santa Marta brotaba en cualquier latido de las palabras de Javier Márquez. Así reflejó como veía a nuestro Cristo en la víspera de su Besapiés: “El silencio, como ves, se ha impregnado del templo. Han cerrado las puertas para que ni la brisa fresca de la tarde nos moleste. Los muros han enmudecido aunque mañana volverán a empaparse, como cada año, de los sentimientos de todos los que te contemplamos, de los que depositamos nuestros labios en la piel manchada de sangre en tus pies para reafirmarnos, de nuevo, en el convencimiento de que Tú, el que duerme en San Andrés ofreciendo sus pies a Nicodemo y refugiando su cabeza en el pecho de José de Arimatea. Tú, el Cristo de Santa Marta nos escuchas después de la muerte y también nos hablas”.
También Nuestra Señora de las Penas y Santa Marta, las mujeres más “santas” de nuestra Hermandad, estuvieron presentes en las palabras de la noche de Pasión. Sobre nuestra Madre dijo que: “No tenemos en la hermandad un don más cotizado que tu Madre. ¿Y vamos a recibir su condolencia? No Señor. Contemplar su belleza es también movernos al arrepentimiento de los pecados y a la práctica de la caridad”. Y de la Santa de Betania expresó: “Y Santa Marta siempre está esperándonos. Nos ve llegar y nos mira. Nos atiende mientras le hablamos. Nos comprende y no necesita decirnos una sola palabra. Basta una mirada, su mirada. Es como el buen amigo que te escucha sin pedir nada a cambio. Es la que siempre está. Para un minuto o para horas y horas”.
Al final de la Meditación, con el relato de la belleza de nuestra Estación de Penitencia del Lunes Santo, nos dejó certeras descripciones de cómo sentimos a nuestro Cristo de la Caridad en la vida de cualquier hermano de Santa Marta: “Tu muerte nos hace comprender todas nuestras muertes. Tu fúnebre y melancólica belleza nos acerca a la vida. La luz desfallecida de tu mirada nos saca de nieblas y tinieblas. Y tu traslado al sepulcro nos proclama que hay vida después de la muerte. Señor. Hoy más que nunca, necesito de ti. Cristo de la Caridad, aquí me tienes”.
Más abajo puede oir la grabación en directo de la meditación.