Y desde aquel momento el discípulo la acogió como algo propio

Manuel Sánchez Sánchez, Pbro.
2 de mayo de 2020

«Y el discípulo la acogió como algo propio». Cuando se contempla este momento descubrimos una unión que no se puede pasar por alto. Lo que podemos contemplar en el evangelio de san Juan sobre María está escrito por alguien que vive bajo el mismo techo de la Madre de Dios, que tiene una relación tan cercana que puede afirmar: «Y el Verbo se hizo carne». Esto ha sido escrito por quien ha conocido el corazón de la Virgen. Invitados a acoger a la Virgen como algo propio, invitados a acogerla en la realidad más dura de su vida –al pie de la Cruz-, llamados a acoger a la Madre de Dios como madre nuestra en el momento de mayor Pena que se puede experimentar en la vida de una madre.

¿Quién puede decir qué significó, para el discípulo que Jesús amaba, tener consigo, en su casa, día y noche, a María? ¿Orar con ella, compartir con ella las comidas, tenerla delante como oyente cuando hablaba a sus fieles, celebrar con ella el misterio del Señor? ¿Se puede pensar que María no haya tenido ninguna influencia en la lenta actividad de reflexión y de profundización que llevó a la redacción del Cuarto Evangelio?.

¿Se puede entender la Iglesia en Sevilla sin la Virgen? ¿Se puede llegar a comprender la esencia de la diócesis sin ese “Muy Mariana”? Es imposible.

Ciertamente los exégetas pueden dar numerosas razones de la diferencia entre el cuarto evangelio y los tres sinópticos, pero hay una espiritual que atraviesa su redacción: es un evangelio escrito por un enamorado, el que se reclina en su pecho en la última cena, y el que recibe a María como Madre.

Acoger a María, acoger la espiritualidad de la entrega, de la maternidad de la fe, hacer todo con María, en María, a través de su camino de crecimiento que comienza en aquella aldea perdida de Nazaret cuando todos sus planes son rotos y termina en el momento en el que la espada atraviesa su alma. Y ahí queda todo roto, para nacer de nuevo en la mañana de la Pascua. Ella nace de nuevo en su interior para convertirse en Madre de la Iglesia.

Pero nada hubiera sucedido sin su querer, sin su confianza, sin el deseo de vivir la pedagogía del seguimiento de Cristo. Seguir aunque todo no sea razonable, seguir con razón y corazón.

Tener a María como referente es entrar en la dinámica del Espíritu Santo, porque ella es modelo de esa acción que el Espíritu realiza en cada ser humano.

Tener a María como referente es entrar en la dinámica del Espíritu Santo, porque ella es modelo de esa acción que el Espíritu realiza en cada ser humano que se abre a su acción. Por eso la Virgen no es un adorno, sino camino para vivir el seguimiento de Cristo.Como indica san Pablo a sus discípulos «Lo que aprendisteis y recibisteis, escuchasteis y visteis en mí ponedlo en práctica» (Flp 4,9), nosotros lo afirmamos de María.

Ella nos enseña que llega un momento en la vida, en el cual es necesaria una fe y una esperanza como la de María. Esto pasa cuando parece que Dios ya no escucha nuestras oraciones, cuando se diría que se contradice a sí mismo y a sus promesas, cuando nos hace pasar de derrota en derrota y las fuerzas de las tinieblas parecen triunfar sobre todos los frentes alrededor de nosotros y se produce oscuridad dentro de nosotros, como se produjo oscuridad aquel día sobre el Calvario (cf. Mt 27,45). Cuando, como dice un salmo, él parece «haber olvidado su bondad y cerrado con ira sus entrañas» (cf. Sal 77,10). Cuando te llega esta hora, recuerda la fe de María y grita también tú, como lo hicieron otros: «¡Padre mío, ya no te entiendo, pero confío en ti!».

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Manuel Sánchez Sánchez, Pbro.

Esta es la hora que estamos viviendo. Lo duro no es estar confinados. Lo duro es el morir solo, despedirte por una Tablet de tus seres queridos, abandonado en una residencia, sin poder cogerte de la mano de tus hijos y nietos. Lo duro es estar sin esperanza de futuro porque el trabajo produce una inseguridad que tardará en irse. Lo duro es no saber que vas a dar de comer. Lo duro es tener que estar en un hospital trabajando e irte a un hotel para no contagiar a tu familia, o estar de cajero en un supermercado, o limpiando las papeleras de las calles… Esta es la Pena que estamos llamados a aliviar. Y con perdón –sobran las palabras y las reflexiones, como esta-. Lo que se necesitan son corazones, silentes, discretos, dispuestos a estar junto a la Madre, porque ahí está el Hijo. Al que tenga dudas de fe, al que busque una fe cierta, al que quiera vivir la Caridad de Cristo… que se ponga en camino hacia los pobres. Ya nada debe ser igual -nos dicen- esperemos que no sea solo en medidas higiénicas y distancia social; sino que nada sea igual en el  ejercicio de la Caridad; porque lo cierto es que trabajamos mucho la caridad, pero lo primero no lo es, no es nuestra prioridad; y la evangelización comienza por la Caridad. Que nada quede igual… porque ¿quién después de acoger a la Virgen en su casa puede permanecer igual? Cambia todo cuando la Virgen llega a tu casa, que todo cambie, al menos comencemos… que la Virgen sea maestra en esa conversión.

D. Manuel Sánchez Sánchez, Pbro.
Párroco de Ntra. Sra. de la Candelaria y de la Blanca Paloma

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