Theotokos es una palabra griega, significa Madre de Dios. Es el título que la Iglesia cristiana temprana le dio a María en referencia a su Maternidad divina, y se definió dogmáticamente en el Concilio de Éfeso de 431. Todo, en la Virgen María, tiene su fundamento en ser la Madre de Dios. Teniendo en cuenta esto, y evitando exponer (como me gustaría) la historia del dogma desde el principio hasta el Concilio de Éfeso, haré unas consideraciones en torno a María, Madre de Dios y Madre nuestra, venerada por nosotros, hermanos de Santa Marta, como Nuestra Señora de las Penas. La Virgen María es una figura central en el catolicismo precisamente por ser la Madre de Dios. La devoción y culto a Ella se origina desde el principio de la Iglesia Católica hasta la actualidad. María es el ejemplo perfecto de fe y virtud, y es venerada como la Mediadora entre sus hijos y Dios. Su gran poder de intercesión y su Maternidad espiritual son las claves de su importancia en nuestras vidas. Además de sus virtudes como la humildad, la pureza, la paciencia y la caridad, es una Madre amorosa y protectora, y siempre estuvo presente en los momentos difíciles de su hijo Jesús, como en la Crucifixión e igualmente en los nuestros. Entre los muchos títulos que se le otorgan se encuentra el de “Madre de la Iglesia”, que indica su colaboración activa en la obra salvadora de Dios en la tierra. También se la conoce como “Estrella del Mar”, recordando que Ella es la guía espiritual de todo cristiano, en su camino hacia el Cielo. Asimismo, María es un ejemplo de la importancia de la intercesión de los santos en la vida de cada uno. Ella es un modelo de oración y siempre está presente en las peticiones y súplicas que los fieles le confiamos.
La Virgen María es vista como la personificación de la gracia divina, una imagen del amor y la compasión que Dios tiene por nosotros. Ella es la figura más pura y sin mancha que nunca ha existido. Su vida es un ejemplo perfecto de devoción a Dios, amor a los demás y humildad. La Virgen María también es considerada la Mediadora entre Dios y la humanidad. A través de Ella, podemos pedir a Dios que nos proporcione su gracia y su amor. Ella es la intercesora poderosa que se preocupa por nosotros, comprende nuestras luchas y pide misericordia a Dios, por todos los hombres. En la devoción popular, la Virgen María es una figura muy importante. Las personas oran a Ella para que les conceda protección, ayuda y guía. Los devotos se ven atraídos por la compasión de la Virgen y su capacidad para ayudar a quienes la buscan. Su vida es un modelo de cómo podemos vivir nuestras vidas con amor y servicio a los demás. Ella es un ejercicio de la santidad que podemos imitar y, por lo tanto, es una figura venerada en la teología cristiana.
Su papel como Madre de toda la humanidad, la convierte en una figura muy querida y respetada en toda la Iglesia. La imagen de la Virgen María llorando y sufriendo, Nuestra Señora de las Penas, ha desgarrado el corazón de innumerables personas a lo largo de la historia cristiana. Como Madre amorosa y protectora, su dolor por el sufrimiento y la muerte de su Hijo Jesús es inimaginable. La angustia de la Virgen María comenzó en el momento de la anunciación, cuando se le informó que daría a luz al Hijo de Dios. Ella sabía que su destino y el de su Hijo estaban destinados a complicarse. Fue testigo de cómo Jesús era malinterpretado, perseguido y abusado por las autoridades romanas y judías. La crucifixión de Jesús en particular fue un momento desgarrador para María, ya que vio a su Hijo sufriendo y muriendo de una manera tan cruel. Su dolor ha sido compartido por todos los cristianos, que han visto en su sufrimiento la imagen de la angustia que muchas veces experimentamos en nuestras vidas.
La imagen de María, una Madre dolorosa y sufriendo, ha servido como una fuente de consuelo y apoyo para innumerables fieles a lo largo de los siglos
La imagen de María, una Madre dolorosa y sufriendo, ha servido como una fuente de consuelo y apoyo para innumerables fieles a lo largo de los siglos. Su doloroso sufrimiento nos recuerda la fragilidad de la vida, la importancia de la fe y el amor que necesitamos para superar las pruebas de la vida. Por lo tanto, aunque el dolor de la Virgen María es profundamente triste, también es una fuente de esperanza y fortalecimiento para todos los que la miran. Su ejemplo nos recuerda como siempre hay razones para seguir adelante y encontrar el consuelo en los brazos amorosos de Dios.
N.H.D. Vicente Rodríguez García