Su Santo y Dulce Nombre

Francisco de los Reyes Rodríguez, Pbro.
1 de mayo de 2020

La devoción profunda y sincera a la Madre de Dios, Nuestra Señora de la Penas, es querer avanzar por el camino de la vida de la mano de la que es Madre y Maestra espiritual de nuestra familia, a fin de dejar que Dios vaya realizando en cada uno de nosotros la obra buena que comenzó el día de nuestro Bautismo, y que anualmente en la Protestación de Fe de la Función Principal de Instituto renovamos.

Invocar el Santo y Dulce Nombre de María no es cuestión de palabrería o sentimentalismo, sino de vivir fielmente nuestra vocación cristiana en la Hermandad siguiendo el ejemplo de la Virgen María.

Invocar el Santo y Dulce Nombre de María no es cuestión de palabrería o sentimentalismo, sino de vivir fielmente nuestra vocación cristiana en la Hermandad siguiendo el ejemplo de la Virgen María.

Las cinco letras que forman el Santo y Dulce Nombre de la Virgen nos indican las actitudes básicas que nosotros debemos vivir para ser siempre, como Ella lo fue, agradables a Dios.

 

Madre: la maternidad fue la misión principal que Dios le encomendó. Lo concibió en su seno virginal y en su corazón. Lo dio a luz en Belén y lo hizo siempre presente con sus palabras y sus obras. Con María y en la Iglesia también nosotros, personal y comunitariamente, lo hacemos presente con nuestra forma de vida, para que todos puedan compartir la fuerza, la esperanza y la alegría que nosotros recibimos de Dios.

Amiga de Dios: es colaboradora singular en la obra de la Redención. El Sí que dio en la Anunciación no fue forzado ni por mero compromiso. Lo fue desde la plena libertad y desde la aceptación gozosa y entusiasta de lo que Dios le pedía. También a cada uno de nosotros Dios nos pide nuestra colaboración y, nuestra respuesta, como la de Ella, debe ser gozosa, valiente y decida.

Reina enjoyada con las joyas de las mejores virtudes

Reina enjoyada con las joyas de las mejores virtudes: Ella fue la tierra buena en la que la semilla produjo el ciento por uno. Escuchó la Palabra, la meditó en su corazón y la puso en práctica. Supo, como nadie, cumplir fielmente la enseñanza del Maestro: no he venido a ser servido, sino a servir. De la Mano de María participamos de la realeza de Cristo sirviendo a nuestros hermanos, sacándole el máximo rendimiento para el bien común a todos los dones y cualidades con que Dios nos ha enriquecido.

Inmaculada: por un don singular y para ser Madre de su Hijo Dios la preservó de la mancha del pecado original, la hizo Pura y Limpia; pero esto no coartó su libertad. Al don divino respondió siempre con la santidad de su vida. Nosotros por el Bautismo hemos sido limpiados también del pecado original. Como Ella queremos que la gracia no quede infecunda en nuestra vida, pues hemos sido llamados en Cristo para ser santos e irreprochables ante Él.

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Francisco de los Reyes Rodríguez López, Pbro.

Amor: como decía anteriormente toda su vida fue un canto al amor de Dios. En los Evangelios María siempre aparece intercediendo y sirviendo: en las bodas de Caná, en el Cenáculo con los discípulos… De su corazón Inmaculado, la fuente más hermosa, siempre brotó la ternura divina. Glorificada en los Cielos sigue derramando su amor y su protección sobre nosotros. Pronunciar el Dulce Nombre de la Virgen es ser también nosotros las fuentecitas repartidas por el mundo de las que brotan la misericordia, la compasión, la fuerza, la esperanza, la alegría y el amor que Dios derrama continuamente en nuestros corazones.

En el año 1992 se celebró en Huelva un Congreso Mariano y para esa ocasión se compuso un himno que decía: "…y cuando por la marisma los romeros pronuncian la palabra Rocío, el eco responde amor". Que cada vez que nosotros invoquemos a María todo lo que hagamos personal y comunitariamente resuene siempre con este eco, dejando con nuestras palabras y obras en buen olor del Nombre Santísimo de Dios. Para ello continuamente recurrimos a la protección de La Santísima Virgen con la confianza de ser confortados por la invocación del SANTO Y DULCE NOMBRE DE NUESTRA SEÑORA DE LAS PENAS.

Francisco de los Reyes Rodríguez López, Pbro.
Párroco de San Lorenzo Mártir

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