Pasado el Viernes de Dolores y en vísperas del Domingo de Ramos, el cuerpo del cofrade se va haciendo a la certeza de vivir una Semana Santa sin cofradías en la calle. Viviremos el culto en la intimidad del hogar y trayendo a la memoria el recuerdo de lo vivido años atrás.
Curioso pero este año solo miramos los partes meteorológicos con la esperanza de que, llegado el Lunes Santo, llueva. La relatividad de las cosas, ¿verdad? Otros años, una nube que pasara cerca de la calle Daoiz, provocaría el mayor desánimo de los hermanos de Santa Marta.
En esta vida, casi todo es relativo. Sólo hay algo que no lo es, el exagerado amor de Dios.
En esta vida, casi todo es relativo. Sólo hay algo que no lo es, el exagerado amor de Dios.
Y cuando pase esta tragedia, qué. Guerras y pestes han cambiado la cultura del momento. ¿Cambiará esta pandemia nuestra civilización? ¿Cómo se seremos al día siguiente, al salir a la calle? ¿Cómo será nuestra relación con los vecinos? ¿Cómo influirá en nosotros la percepción del otro? ¿Influirá cuanto ocurre en el arte, por ejemplo? ¿Habremos aprendido a valorar lo cercano, lo pequeño, lo cotidiano? Y nuestra fe, ¿se habrá fortalecido o por el contrario, ante la duda y el pesar, se habrá resquebrajado?
Recibamos al Señor con palmas y ramas de olivo, pongámonos galas propias de un Domingo de Ramos y contemplemos cómo el Señor puede cambiarnos más que cualquier tragedia que vivamos.
Oremos por nuestros hermanos que han sido contagiados por el “coronavirus”, para que se recuperen y no pierdan el ánimo y pronto puedan compartir el culto de un martes cualquiera en nuestra Hermandad.
Oremos por todos nuestros hermanos difuntos, y de manera especial, por quien fuera nuestro Hermano Mayor D. Engelberto Salazar, en el aniversario que será mañana domingo de su fallecimiento, para que alcance la gloria de la Resurrección.
Pidamos por los mayores de nuestra Hermandad, aquellos que, por su edad, no saben si volverán a ver a su hermandad de nuevo en la calle. Que sigan siendo testimonio de compromiso y amor a nuestros Titulares.
Pidamos por los tristes. Por aquellos que traducen sus problemas en tristezas olvidándose que solo en manos del Padre podemos transformar esa desdicha en una oportunidad de encuentro con el Padre.
Evangelio del Domingo de Ramos: Mt 21, 1-11
Al llegar cerca de Jerusalén, entraron en Betfagé, junto al monte de los Olivos. Entonces Jesús envió a dos discípulos encargándoles:
—Id a la aldea de enfrente y enseguida encontraréis una borrica atada y un pollino junto a ella. Soltadla y traédmela. Si alguien os dice algo, le diréis que el Señor los necesita. Y enseguida los devolverá.
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el profeta: Decid a la ciudad de Sión: mira a tu rey que está llegando: humilde, cabalgando una borrica y un pollino, hijo de acémila. Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Jesús, le llevaron la borrica y el pollino. Echaron los mantos sobre ellos y el Señor se montó. Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos el camino. Otros cortaban ramas de árbol y alfombraban con ellas el camino. La multitud, delante y detrás de él, aclamaba:
—¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosanna al Altísimo!
Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba:
—¿Quién es éste?
Y la multitud contestaba: Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
ORACIÓN
Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén.