Querida Madre

N.ª H.ª D.ª Myriam Tapia Ortiz
15 de mayo de 2023

A tus Penas….a las de tantos…a las mías…
A nuestras alegrías

Humildemente te escribo estas palabras, con la confianza de que nada te es desconocido. Nada se te escapa de mi vida. Bien me conoces, María.

Sabes que pertenezco a una familia muy mariana. No sé encontrar otros recuerdos de mi niñez, que de una u otra manera no vayan unidos a ti. Estabas – y estás- siempre presente en nuestro hogar familiar, bajo tus advocaciones de Socorro, Dolores, María Auxiliadora…y desde aquella primera niñez, nunca me ha faltado la dicha de sentirme hija tuya. Muy cercana. Muy íntima. Muy “mi madre del Cielo”, pero que me acompañas cada mañana, a mi lado.

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Besamanos de 2007

Sin embargo, tras este amanecer a la vida tan íntimo contigo, nuevas inquietudes y prioridades se fueron abriendo camino en mi juventud. Sí, lo sabes…Desde que la catequesis de nuestro paso procesional me atrajo a nuestra hermandad, en mi vida como cofrade pasaste a un segundo plano…a un tercer plano…Sí, sé que lo sabes. Y esperaste.

Lo primero fue la fuerza de tu Hijo. Mi Cristo de la Caridad no es un Cristo muerto. Está lleno de vida…yo así lo veo. El dramatismo de la escena en su traslado al sepulcro solo me reafirma en la esperanza de su Resurrección. ¡Ya llega su Resurrección, me repito en mi Estación de Penitencia! Y el acompañamiento de María Magdalena, José de Arimatea, Nicodemo, las santas mujeres…me evoca la necesaria compañía de los otros, aunque sea de unos pocos, para llegar hasta Dios. Frente al miedo, a la tibieza…siempre hay unos pocos que con corazón enamorado siguen ayudándonos en nuestra fe. Esa es la Hermandad.

Lo segundo fue nuestra santa. Soy muy de Santa Marta, Madre. También lo sabes. En mis años de juventud en la hermandad la tuve como referente, como modelo, como guía. Y sigue ahí. Mujer valiente. Mujer audaz. Amiga tan cercana a Jesús, que no duda en mantener un rotundo diálogo con Él cuando mayor era su tristeza por la muerte de Lázaro, y busca su respuesta sin titubeos, interpelándole: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.” Primera mujer en proclamar públicamente a Jesús: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.

Y en un tercer plano…Tú, María, me seguiste esperando…

Y llegó el momento. Y llegó de tu nombre. Y llegó para quedarse en mi alma… Madre y Señora de las PENAS.

Tus Penas se convirtieron en las penas de muchos. Lo he vivido, lo sigo viendo. En mi vida profesional, “la pena” no debe ser sólo “la condena”. Eso es lo material. Eso es lo medible…eso es lo accesorio. “La pena”, como sentimiento grande de tristeza, es lo importante. Lo inmaterial, lo que duele en el interior de cada ser humano.

Muchas penas, Madre mía. Muchas penas compartidas. Las inocentes, las de las víctimas de cualquier delito, que lo han sufrido, y que lo siguen sufriendo… ¿Cómo aliviar el dolor de esas víctimas? ¿Cómo aliviar esas penas? Ayúdame Madre.

Y las de los privados de libertad, en su dolor por sus familias, por el amargo destino,…y –en muchos casos- la pena sincera por el arrepentimiento sentido. Ayúdales Madre.

Y llegaste al fin para quedarte, y tus Penas y las mías, las transformé en Alegrías.

Nada hay comparable con mi dicha por ser madre. Sí, sé que también lo sabes. Nada en mi vida es más importante que experimentar ese amor. El Amor incondicional que tú mostraste a tu Hijo. Un Amor que ni de lejos puedo imitar, pero que me une a ti. Ya no puedo separarme de ti.

Concédenos, querida Madre, la alegría de sabernos hijos de Dios. Creerlo cada día. Vivirlo cada día. Concédenos, querida Madre, la alegría de compartir tu Esperanza. La alegría de procurar hacer felices a los que estén a nuestro lado. Otórganos la alegría de la sencillez, la alegría de los niños…

La alegría de mi nieta… tercera generación de hermanas de Santa Marta.

Te quiero Madre

N.ª H.ª D.ª Myriam Tapia Ortiz

 

 

 

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