Solo han pasado unos días desde que el Lunes Santo más aciago quedara atrás, las fechas van pasando y parece que las noticias mejoran sin dejar de ser dramáticas. Centenares de muertos cada día en nuestro país, muertos sin sepelios ni familiares que lloren su pena. Muertos que comparten ya con Cristo la gloria de la Resurrección con la que soñaron mientras nos acompañaron.
Porque es ahí donde descansa nuestra fe, es ahí donde nuestra fe cobra sentido, en la Resurrección de Jesús. San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)
Saber que el Cristo de la Caridad y yo podemos compartir la misma gloria debe ser motivo de esperanza para todos los cristianos, para todos los hermanos de Santa Marta.
Por todo esto, apelamos a ser pacientes y alegres, confiados y perseverantes, orantes y reflexivos.
Porque es ahí donde descansa nuestra fe, es ahí donde nuestra fe cobra sentido, en la Resurrección de Jesús. San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)
Pidamos al Señor por nosotros, para que no perdamos la fe en la desgracia y nos mantengamos fuertes y unidos.
Oremos por quienes velan por nuestra seguridad y se afanan en recriminar a los más insolidarios y mantener el orden.
Recemos por los científicos. No recuperaremos la tranquilidad total hasta que podamos disponer de una vacuna y para ello, dicen los entendidos, aún falta un año. Pidamos para que Dios le de sabiduría y conocimiento para que puedan desarrollar toda su inteligencia y así conseguir esta vacuna por el bien de la humanidad.
En este Domingo de Resurrección oremos por todos nuestros hermanos en la fe que han partido al encuentro con el Padre, víctima de esta epidemia, para que alcancen la gloria de la Resurrección.
Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Señor Jesucristo,
que fuiste sepultado,
concédenos la gracia de morir en tu amor
para entrar en tu gloria.
Danos valor para acompañar a nuestros hermanos
en el trance doloroso de la muerte
animándolos con fe,
alentándoles en la esperanza y
compartiendo su sufrimiento con caridad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

