Penas con luz de Pascua en tiempos desconcertantes

Francisco Ortiz Gómez, Pbro.
8 de mayo de 2020

Con luz de Pascua hacemos el camino con María, que si fuerte fueron sus penas, mayor será el Pentecostés de Dios. Mujer llena de Espíritu desde el primer momento; con corazón marcado por las penas de su Hijo y de sus hijos.

¿Quién podrá más? ¿Las penas o la vida de la Pascua? Desde el perfume de la mujer del lunes santo, hasta el silencio y la turbación del sábado, los amigos del Señor quedaron desconcertados, desorientados. Todo parecía pena y solo pena ¡Como la pena de los estragos de la pandemia, las situaciones personales y familiares, la de aquellos que no saben cómo reaccionar; de la vuelta de desencantos y de proyectos fallidos!

En ocasiones, nosotros, como aquellos que caminan hacia Emaus el primer día de la semana, tenemos el corazón triste (LC 24,17) Incapaces de hacer frente al presente. Falta de toda perspectiva de futuro, no se ve cómo salir de una situación de catástrofe y derrumbamiento de las ilusiones. La pandemia nos avisa de que el sueño del paraíso occidental no es definitivo, no va a durar siempre, y se puede terminar. Estamos en una situación semejante a la de los dos discípulos de Emaus en la mañana de Pascua. Les han dicho que no busquen entre los muertos, pero su corazón sigue apenado. Hemos oído hablar “de que todo será diferente” después de estos días que hemos pasado de encierro; con todo, las puertas “están cerradas por miedo”. No podemos volver a salir de este encierro, y meternos en una burbuja individualista sin conciencia solidaria.

Cuando nosotros arrojamos la toalla solamente María sigue esperando. El dolor no le quitó la capacidad de descansar en Dios…simplemente permaneció. Se aprende a permanecer, también en silencios y vacíos. Con inmenso dolor; a la espera. Sin perder la fe en el Dios de la vida, mientras que el cuerpo del Crucificado yace junto a Marta y las demás mujeres y santos varones ¿Qué nos dices, oh Madre del Señor, del abismo de tu sufrimiento?¿ Qué nos sugieres a los discípulos desconcertados? Me parece que tú nos susurra una palabra, semejante a la dicha un día por tu Hijo: “Si tuvierais fe  como un grano de mostaza…” Mt 17,20.

Cuando nosotros arrojamos la toalla solamente María sigue esperando

¿Qué quieres comunicarnos? Tú quisieras que nosotros copartícipes de tu dolor, participásemos asimismo de tu consuelo. Tú sabes que Dios “nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con el que nosotros somos consolados por Dios” 2 Co 1,4.

Es el consuelo que se viene de la fe. Tú, Maria, en el Lunes Santo eres y permaneces la Virgen fiel, la Virgen creyente, tu llevas a cumplimiento la espiritualidad  de Israel, nutrida de escucha y de confianza. Pero, ¿cómo actúa la consolación que proviene de la fe? Asume formas distintas y una de éstas –de la que hoy hay tanta necesidad- puede ser llamada la consolación de la mente en medio del dolor. ¿De qué se trata? Es un don divino muy sencillo, que permite intuir con una única mirada la riqueza, la coherencia, la armonía, la belleza de los contenidos de la fe. Frente a la evidencia del sufrimiento y de la muerte que nos apena, tal intuición se sitúa como una gracia del Espíritu Santo, que hace resplandecer de tal manera la “gloría de Dios” para iluminar con la luz de la verdad igualmente los ángulos más tristes de la historia. La mente advierte estar como inundada de luz, el corazón se dilata, la oración brota como de una fuente fresca.

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Francisco Ortiz Gómez, Pbro.

Es la gracia que, a ti María, te ha sido comunicada desde el principio en el anuncio del ángel; es la gracia que has cantado en el Magníficat del Evangelio. Es el recuerdo meditativo de todo lo que guardas en tu corazón. Queremos contigo, María, al contemplar tu pena, pedir esta apertura de los ojos y del corazón, que nos de un sentido profundo de sosiego y de paz. Entonces, y solo entonces, también las sombras y las tragedias se revelan como traspasada por la luz que viene del corazón del Padre. Mirarte María, con ojos de Pascua, que abarcan desde la santidad del lunes, hasta la gloria de ese eterno lunes del Pentecostés de Dios, en esta Pascua de mayo.

Francisco Ortiz Gómez, Pbro.
Párroco de Ntra. Sra. de los Remedios de Sevilla  y Arcediano de la Catedral de Sevilla

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