Mirar como mira

Rafael Calderón García, Pbro.
15 de mayo de 2020

Me gustaría compartir una experiencia que desde que me ocurrió no se la he contado a nadie. Es de esas cosas que te suceden, que te marcan y que se conservan en el corazón a lo largo de los años. Esto que me sucedió fue algo muy especial que tiene que ver con vuestra Titular Nuestra Señora de las Penas. Esto fue lo que paso:

El domingo veinte de marzo de mil novecientos noventa y cuatro, Domingo de Pasión, fue la primera vez que con unos amigos de mi parroquia vine a Sevilla a los besamanos de ese día. Recuerdo que nos hizo un día maravilloso, de esos días en los que Sevilla enamora al más indolente. Tras pasar la mañana de un lado a otro decidimos que después del almuerzo, a eso de las cinco de la tarde, iríamos a San Martín para venerar las imágenes de la hermandad de Santa Marta, que por aquellos años y por obras en San Andrés residía en ese hermoso templo. Fuimos de los primeros en llegar, no había nadie más en el templo, y prácticamente no se veía nada ya que una nube densa de incienso lo cubría todo. En el Altar Mayor se divisaba la imagen del Santísimo Cristo de la Caridad entre cuatro blandones, y tras Él estaba la imagen de Nuestra Señora de las Penas. Debo confesaros que nada ha habido después de ese momento que me haya sobrecogido de tal manera. No puedo explicar con palabras lo que sentí al ver aquella composición, quedé sobrecogido y admirado por tanta belleza. Cuanto más me acercaba, más me sobrecogía, pues podía ver con claridad cómo nuestra Madre miraba fijamente a su Hijo. Eso me sobrecogió más, ya que imaginé que esa fue la actitud de la Virgen durante toda su vida: contemplar a su Hijo desde que nació. Muchas veces sin entender, en muchos momentos con su silencio, esa fue la actitud con la que nuestra Madre de las Penas se fue uniendo cada día más al Dios que se revelaba plenamente en ese acontecimiento de la muerte de Cristo.

Ese momento marcó mi vida para siempre, pues os confieso que desde ese día mi vocación sacerdotal se fue armando en mi corazón

Ese momento marcó mi vida para siempre, pues os confieso que desde ese día mi vocación sacerdotal se fue armando en mi corazón. Pienso que fue ese momento cuando decidí, que a pesar de mis limitaciones y pecados, quería vivir como María: mirando a Jesucristo en todo momento. Y desde ese momento ese es mi lema: Mirar a Cristo. Os reconozco que es difícil, pero con la ayuda de la Santísima Virgen todo es posible.

En este mes de mayo os invito a que cultivéis esa actitud de mirar a Cristo como nuestra Madre de las Penas. Delante de nosotros se ponen otras cosas para mirar que pretenden ser referentes de nuestra vida, pero muchas veces referentes vacios, que no dan profundidad a nuestras existencias. Fijar nuestras miradas en Cristo, por medio de su Madre, hace que nuestra vida sea más digna y plena, ya que el Señor nos abre las puertas a otra forma de vida donde el amor es lo principal; no el tener sino el amar. Nuestra madre vivió de esa manera hasta el último momento, llena de dolor no dejó de vivirlo desde el amor a Dios y a los demás. El papa Francisco, en una catequesis sobre la Virgen nos dice que en los momentos de la pasión y muerte de Cristo María simplemente “estaba”, nosotros podríamos decir que simplemente “miraba”. Pero con esa mirada que penetra el alma y el corazón, y que es resultado de ese “Sí” que pronunció en el inicio de la nueva creación que supuso la Encarnación del hijo de Dios en sus entrañas purísimas. La Santa Madre de Dios nos invita a mirar, y con esa actitud escuchar atentos a su Hijo y tener como referencia para nuestra vida esa Palabra salvadora que nos regala diariamente. Mirar a Cristo como María es hacer que esa Palabra se haga vida en nosotros, y que esa nueva vida se irradie a los demás. La Virgen María guarda silencio; simplemente miraba, pero su actitud sirvió y sirve a muchos para llegar al Señor. Aprendamos a mirar como Ella para que otros también miren a Cristo como el principio y fin de sus vidas.

Termino con un breve texto de una homilía de Benedicto XVI sobre la Virgen María; que esto también nos ayude para descubrir la necesidad de mirar a María, de modo que por medio de Ella miremos a Jesucristo, fundamento de nuestra vida:

“María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el bien en el mundo.

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Rafael Calderón García, Pbro.

Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.”

Cuando podáis ir a ver a nuestra madre de las Penas a la parroquia; que fijemos nuestra mirada en Ella, y estoy convencido que por sus ojos veréis a Cristo, caridad infinita para el hombre. Y eso os servirá para que vuestras vidas se hagan más luminosas y esperanzadoras para todos los que os contemplen. Rezo por ello a diario, un abrazo y SIEMPRE UNIDOS.

D. Rafael Calderón García, Pbro.
Párroco de San Sebastián de Alcalá de Guadaíra y Arcipreste de la ciudad.

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