Santísima Virgen María, madre de nuestras Penas: vivimos en un mundo de locos. Nosotros estamos enterrando los frutos de una generación que quiso educarnos en el sacrificio, que se forjó en el esfuerzo, que salió de unos odios que logró superar, pero que el sistema social de estos últimos tiempos ha logrado amordazar y despreciar sus valores y sus virtudes y su fe. Nos hemos educado en un clima de individualismo atroz, que nos ha destruido y no nos ha dado los recursos necesarios para afrontar los dolores y las penas. Nos ha dejado sin armas para combatir el egoísmo que nos inunda, porque se nos ha metido entre los poros de la piel que aquí estamos para pasarlo bien, para gozar, y que hay que desterrar toda pena y todo esfuerzo quitando de en medio lo que lo impide, desde los niños aun no nacidos a los ancianos de los que se afirma que no tienen valor, ni su vida merece la pena.
En el fondo no hemos sabido tramitar el dolor. Hemos renunciado a la verdad por el gozo inmediato. No hemos querido tener en cuenta que el dolor está metido en el billete de este viaje de la vida. Y no hemos querido ni nos han enseñado a asumirlo, a tramitarlo….
Y en esto, vemos tu imagen. Te vemos agotada, con esa mirada perdida, parece que caminas por inercia, confiada en el cariño de los amigos de tu Hijo, que se han encargado de su entierro, porque tú, la verdad, ya no puedes más, ya no estás para nada.
Pero es ahora cuando estás para todo y te muestras como la madre atenta de las Bodas de Caná.
Pero es ahora cuando estás para todo y te muestras como la madre atenta de las Bodas de Caná.
Y nosotros encontramos en ti la fortaleza para seguir, para reeducarnos, para que podamos comprender que solo sirve de verdad el amar. Que toda esa bambolla de nuestra falsa, falsísima y estúpida sociedad del bienestar y del consumo, no sirven para nada más que para producirnos un sufrimiento mayor. Nos estas diciendo, con un grito silencioso, que hay que aprender a sufrir y a amar: esas asignaturas que son las que más necesitamos y que no se aprenden en ningún libro ni en ningún curso.
Las queremos aprender de ti. ¡Menos mal que te tenemos!
Javier Fernández Cascante, Pbro.
A tu lado está santa Marta que aprendió de tu Hijo esa misma lección. De nada sirve afanarse, trabajar, luchar, quedar bien, subir puestos, si no nos agarramos a lo más importante: escuchar a Jesús y seguirlo, que es lo único que nos traerá una vida resucitada.
A ti no te hizo falta que te lo dijera. Desde el principio, desde que comenzaste a ser, siempre, tu oído ha estado atento a su Palabra y tu ser no se ha apartado de la Gracia de Dios.
Míranos a nosotros, que tenemos que reconstruir esta sociedad, nuestros negocios, las familias, esta querida Hermandad. Míranos, Señora y que tu imagen sea la referencia de una nueva vida basada en el servicio a Dios y a los hermanos.
Javier Fernández Cascante, Pbro.
Párroco de San Andres en Calahorra ( La Rioja ) y canónigo de la Catedral de Calahorra