Saludo al Hermano mayor y a la Junta del Gobierno de la Real, Muy Ilustre, y Venerable Hermandad del Santísimo Sacramento, Inmaculada Concepción, Ánimas benditas y cofradía de nazarenos del Santísimo Cristo de la Caridad en su traslado al sepulcro, Nuestra Señora de las Penas y Santa Marta. Un saludo también para todas las hermanas y hermanos de esta hermandad.
Estamos insertos en este mes de mayo, en este mes que cada día nos recuerda la presencia de María, Nuestra Madre. Un mes que nos hace recorrer cada día por las múltiples advocaciones que tenemos sobre la Virgen. María es parte fundamental de la familia divina y esto hace que siempre siga siendo una devoción de vital importancia para todos nosotros. María es modelo de soportar las dificultades, de soportar el dolor y el sufrimiento en su vida, pero también el gozo y la alegría de seguir a Cristo nuestro Salvador.
La devoción a la Virgen María la vemos de manera especial que nos hace experimentar en cada uno de nosotros un deseo de fraternidad y de unidad entre todos los miembros de la hermandad, de la parroquia a la que pertenecemos y de la Iglesia de Cristo en la que estamos insertos. Si miramos a Nuestra Señora, si miramos a María, descubriremos esa alegría del encuentro de los hijos que se vuelven a reunir con su Madre y sus hermanos. Esos hijos que en ocasiones discuten entre sí, que incluso en ocasiones nos llegamos a tratar mal, pero que con la presencia de María todo vuelve a su origen y a su principio. El amor de Dios que reina en nuestros corazones y en nuestras vidas. Ese encuentro con María nos hace sentirnos hermanos en la fe, nos hace meditar sobre el cariño y el cuidado maternal de María con Jesús, y con cada uno de nosotros.
Que María de verdad reine en nuestros corazones, en nuestras vidas
En este mes de mayo, es un momento especial para acoger como lo hizo Juan, el discípulo amado de Jesús, que recibió a María y la llevó a su casa y a su vida. Que María de verdad reine en nuestros corazones, en nuestras vidas, que seamos agradecidos con la presencia de la Madre que se anticipa a las necesidades de sus hijos y que siempre sale a nuestro encuentro y a nuestra ayuda. María, como en la bodas de Caná, se adelanta y nos ofrece el vino bueno que trae Jesús a nuestras vidas.
En este mes, tratemos a María como la Madre de Dios que es, pero también como nuestra Madre, que la tratemos con cariño y confianza, que busquemos a María para encontrarnos con Jesús, que como María nos convirtamos en discípulos de Jesús, discípulos que llevan a todos los rincones de la tierra la buena noticia del amor de Dios. Hoy pedimos a la Virgen que siga siendo modelo para nuestras vidas, modelo de fe, modelo de entrega generosa, modelo de compromiso serio y de encuentro con Jesucristo. María es modelo, sobre todo en el sufrimiento también.
Enrique Barrera Delgado, Pbro.
Desde el comienzo de la encarnación de Jesús, cuando la profecía de Simeón, ya le advierte que una espada atravesará su corazón. María también tuvo que sufrir la dificultad con la huida a Egipto para salvar a su Hijo, sufrió la angustia cuando el niño se perdió durante tres días en el templo. La Virgen también padeció mucho cuando se encontró con su hijo camino del Calvario, cuando los dos cruzaron esa mirada, ese dolor y esa impotencia. Sufrió cuando lo vio crucificado y muriendo, sufrió cuando lo tuvo en sus brazos una vez que había muerto, como cuando lo tenía de pequeño entre sus manos.
María se ha convertido en esa discípula, en esa creyente que se entrega a Dios aceptando la voluntad del Padre sin entender ni comprender (humanamente hablando) lo que le tocaba vivir, pero sí que aceptaba con confianza total. En este día le pedimos a María nuestra Madre, qué nos siga acompañando, que siga siendo el modelo y ejemplo para nuestra vida, que como María vivamos con gozo la presencia de Dios en nuestra vida.
Enrique Barrrera Delgado, pbro.
Párroco de la de Ntra. Sra. de la Nieves de la Rinconada ( Sevilla )
Vicario episcopal de la zona norte de la Archidiócesis de Sevilla.