María, Madre de la Iglesia

Antonio Mellet Márquez, Pbro.
24 de mayo de 2021

En noviembre de 1964, al término de la Tercera Sesión del Concilio Vaticano II, el Papa san Pablo VI declaró a la Virgen María “Madre de la Iglesia, esto es, de todo el pueblo cristiano, tanto de fieles como de pastores, que la llaman Madre amorosísima”, determinando que desde entonces toda la comunidad cristiana venerase a la Madre del Señor con tan elocuente título mariano, que pone de relieve la maternidad espiritual de la Virgen sobre todos los creyentes, a los que engendra con su testimonio de vida y de fe para que puedan profundizar en la comunión de vida con Jesucristo y en su conocimiento desde la fe y la esperanza salvífica.

Con alegría fue recibido este nuevo título mariano entre los cristianos; nuevo en cuanto a su formulación, pero no en cuanto a que los fieles siempre se habían dirigido a la Virgen con el convencimiento de que es Madre de la Iglesia, esto es, del Pueblo de Dios, de la Familia cristiana integrada por todos los renacidos en el Bautismo a la vida de la gracia.

Sin embargo, y a pesar de que en la liturgia se comenzó a celebrar a la Virgen con este título especialmente a partir del año 1975, Año Santo de la Reconciliación, no se designó un día específico para su celebración litúrgica hasta el año 2018, cuando el Papa Francisco estableció que fuese el lunes siguiente al Domingo de Pentecostés la celebración anual de la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia; y cabe añadir que con todo el sentido, pues si de la efusión del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés nace la Iglesia fortalecida para anunciar el Evangelio, y entre los creyentes que recibieron el don del Espíritu se encontraba María, la Madre del Señor —como atestigua una antigua tradición—, se percibe así claramente en la liturgia la íntima conexión entre el nacimiento de la comunidad eclesial y María, que ejerce sobre todos los creyentes su maternidad espiritual, al estar sostenida e iluminada por la acción del Espíritu Santo la que es llena de gracia, y se nos presenta como modelo sublime de todas las virtudes cristianas, de tal manera que el cristiano, hijo de Dios y a su vez de la Santísima Virgen María, encuentre en Ella una imagen profética de su peregrinación en la tierra y de la gloria que nos espera en el cielo.

Ella es nuestra Madre, madre espiritual de nuestra Hermandad y de toda la Iglesia, que nos mira con ternura y preocupación cuando atravesamos dificultades y períodos de prueba

Coincide que hoy, lunes inmediatamente posterior al Domingo de Pentecostés y consecuentemente memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, es también el día señalado en el calendario litúrgico para la memoria de la Virgen María, Auxilio de los cristianos, fiesta instaurada por el Papa Pío VII en 1814 cuando el 24 de mayo de ese mismo año fue liberado y pudo regresar a Roma, tras un período de expulsión de la Santa Sede por la fuerza  de las armas y de detención bajo estrecha vigilancia, mientras toda la Iglesia rezaba por su liberación y el restablecimiento de la Sede Apostólica; esta advocación mariana es muy conocida y querida por los fieles cristianos, especialmente por la familia salesiana, al haber sido adoptada por su fundador, san Juan Bosco. Este título mariano nos enseña la poderosa intercesión de la Virgen María en favor nuestro ante su Hijo Jesucristo en la gloria del cielo, así como la solicitud de la Virgen por todos sus hijos en los momentos de necesidad y sufrimiento.

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Antonio Mellet Márquez, Pbro.

Cuando hoy, y en el contexto del mes de mayo mariano, dirijamos nuestra mirada y oración a Nuestra Señora de las Penas, recordemos que, en efecto, Ella es nuestra Madre, madre espiritual de nuestra Hermandad y de toda la Iglesia, que nos mira con ternura y preocupación cuando atravesamos dificultades y períodos de prueba, y que por tanto a Ella podemos acudir con confianza y devoción para exponerle nuestras preocupaciones, esperanzas e ilusiones, pues en la Virgen encontraremos a la Madre que desde el cielo nos anima al seguimiento fiel de su Hijo Jesucristo, a quien intercede para obtener de Él las gracias sobrenaturales que necesitamos para nuestra santificación.   

Antonio Mellet Márquez, Pbro.
Rector de la basílica de la Macarena

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