María, Madre de la Iglesia

Enrique Belloso Pérez
Delegado diocesano de Apostolado Seglar. Archidiócesis de Sevilla
2 de mayo de 2022

En la lejanía del monte Calvario se divisa una silueta quebrada por el dolor y por la angustia, una madre doblegada, una mujer traspasada por la soledad más aguda, más sagrada. A los pies de la cruz, donde está clavado el Hijo del Hombre, su hijo hecho un guiñapo, María, su madre se sostiene como puede ante la pena inmensa y contenida que brota en lo profundo de su ser. Su vida es siempre un momento donde Dios mora en la suavidad de la brisa que la envuelve, pero en esta hora la oscuridad se cierne sobre ella. Su Hijo todavía vive y la mira, con unos ojos que anuncian entre nubes que el momento se acerca. Él la entrega a su discípulo más amado y le pide que la acoja en su casa, que la cuide, acompañe y sostenga. Respecto a esto san Juan Pablo II nos dice que: “Las palabras que Jesús pronuncia desde lo alto de la Cruz significan que la maternidad de su madre encuentra una nueva continuación en la Iglesia y a través de la Iglesia, simbolizada y representada por Juan”. Todavía queda el momento más duro. Todo está consumado. María en el Calvario se une al Hijo en el martirio del corazón, en la ofrenda de la vida al Padre para salvación de la humanidad. Cristo a muerto, ha vuelto a su Hogar. ¡Bienvenido sea el Hombre al seno del Padre! (M.Trinidad).

Virgen en el paso 2022

Ntra. Sra. de las Penas en el paso el Lunes Santo de 2022

Ya todo terminó, María acoge a su Hijo en sus brazos y acompaña su cuerpo inerte. Una madre fuerte que lleva a su Hijo al sepulcro con la esperanza cierta que resucitará. María será la primera en contemplarlo ya sin pena, ni dolor, glorioso, refulgente de vida, vestido de sol. Una alegría inmensa les embarga a la Madre y al Hijo, al Hijo y a la Madre, presunto de eternidad. Su Hijo todavía permanecerá algún tiempo entre sus discípulos, pero “en un abrir y cerrar de ojos”, en cincuenta días, les enviará a su Espíritu Santo. Allí en medio de ellos esta María, ejerciendo su maternidad, en la Iglesia que nace, allí está ella como Madre de la Iglesia. 

No estamos ante un cuento, una leyenda o la construcción de un relato más o menos conmovedor, estamos ante el misterio de nuestra redención. María en medio de los primeros cristianos ejerce su maternidad, como madre de aquellas primeras comunidades de seguidores de Jesús y ya para siempre. Desde el inicio, Ella fue proclamada, Madre de Dios (Theotokós), su unidad con su Hijo, su maternidad que llega a todos, poco a poco la Iglesia la fue confirmando a lo largo de los siglos.

En virtud del Misterio de la Encarnación del Verbo, Cristo y María están inseparablemente unidos, entrelazados entre sí, como tantas veces nos recordó el salesiano Antonio María Calero. No es posible hablar del uno sin el otro. San Juan Pablo II, en Redemptoris Mater 4, nos dice que en el misterio de Cristo “está presente María, ya antes de la creación del mundo, como aquella que el Padre, ha elegido como Madre de su Hijo en la Encarnación, y junto al Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu de santidad”. Porque María fue creada para ser Madre del mismo Dios Encarnado. Gracias al Espíritu Santo, es engendrada y nace la Iglesia, para anunciar a todos la Buena Noticia, en todo tiempo y lugar.

La amplitud de su maternidad universal en María tiene una dimensión eclesial, comunitaria. Cristo es “cabeza de la Iglesia” y por eso desde el momento mismo de la Encarnación, María también es Madre de la misma Iglesia. Así quedó proclamada en tiempos del Concilio Vaticano II, por empeño personal de san Pablo VI. El 18 de noviembre de 1965, proclamó a María, Madre de la Iglesia, aunque ya en el siglo IV, san Ambrosio de Milán honraba con dicho título a María. La Iglesia es como María, nos recordaba san Juan Pablo II, la Iglesia no es un negocio, no es un organismo humanitario, no es una ONG. La Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su Evangelio; no se ofrece a sí misma, la Iglesia lleva a Jesús. 

María en medio de los primeros cristianos ejerce su maternidad, como madre de aquellas primeras comunidades de seguidores de Jesús y ya para siempre

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D. Enrique Belloso Pérez.
Delegado diocesano de Apostolado Seglar. Archidiócesis de Sevilla

Su fiesta se celebra en un tiempo muy querido por todos, el lunes de Pentecostés. Ese día celebramos la Memoria de “María, Madre de la Iglesia”, desde 2018, pero esto no fue siempre así. Hubo que esperar hasta el pontificado de Francisco, él fue quien lo aprobó y lo extendió a toda la Iglesia Universal.

Hemos hablado de María y de Jesús, pero ¿qué pasa con el Pueblo de Dios? ¿Qué pasa con todos y cada uno de nosotros? ¿Cómo nos relacionamos? ¿Cómo nos sentimos Iglesia? ¿Nos tratamos como hermanos? O somos como Caín cuando afirma: “acaso soy yo el guardián de mi hermano”.  Ahora que vivimos este tiempo de escucha, de Sínodo, de caminar juntos, ojalá en nuestra vida y en la vida de cada comunidad cristiana se refleje el modelo de María, Madre de la Iglesia, unidos para que el mundo crea.  

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