Con agrado y afecto acojo la invitación que me hace el hermano mayor de esta querida hermandad para dirigiros una pequeña meditación sobre la Virgen María. Me gustaría centrar esta reflexión dentro del precioso tiempo litúrgico que estamos viviendo: La Pascua, de ahí el título que he elegido: María la mujer de la Pascua.
Sin duda, para la Santísima Virgen María la resurrección de Jesús tuvo un valor especial, Ella lo vivió de forma muy distinta a los demás, porque de Ella nació Jesús, Ella lo arropó sobre su regazo, Ella lo mimó y le cantó nanas, Ella lo vio crecer, Ella aprendió a guardar las cosas en su corazón al verlo predicar en el templo delante de los sacerdotes contando Jesús con apenas nueve años, Ella lo vio madurar, de Ella se despidió cuando se fue al desierto para prepararse al camino de su vida pública , Ella lo animó a hacer su primer milagro en aquella boda de Caná, Ella escuchó decir que su madre y sus hermanos son los que cumplen la voluntad de Dios y la ponen en práctica , Ella lo vio roto y clavado en la cruz ¿hay algo que duela más que un hijo?, y Ella esperó su resurrección. Curiosamente Jesús resucitado no se aparece a su madre, no era necesario que lo hiciera, María sabía que Dios no la abandonaría y que el final de su Hijo no podía ser la crudeza de la cruz. La resurrección de Jesús supuso para María revivir gozosamente la inolvidable frase que treinta y tres años atrás le dijera el ángel Gabriel: “Para Dios no hay nada imposible”.
Curiosamente Jesús resucitado no se aparece a su madre, no era necesario que lo hiciera, María sabía que Dios no la abandonaría
Decía San Agustín que vivir el tiempo de Pascua consistiría sencillamente en imitar con prontitud las virtudes de María. Imitar a María supondría unirnos más a Jesús porque él se complace al ver que en nosotros hay algo de su madre amadísima. Jesús nunca nos daría como modelo a imitar a alguien que nos apartara de él, así que si nos dio a la Santísima Virgen fue porque ciertamente en Ella encontramos a alguien que se ofreció a la causa del amor, que resistió el dolor de ver morir a su propio Hijo en la Cruz y que, ante todo, respondió generosamente a la voluntad del Padre.
La pregunta que podemos hacernos sería ¿ y cómo imitar a María hoy? La respuesta está en su vida, destacaría algunos detalles:
- Ante un mundo lleno de prejuicios, María nos invita a ser comprensivos.
- Ante un mundo marcado por el egoísmo, María nos recuerda la grandeza de la generosidad.
- Ante un mundo teñido por la crítica fácil, María nos exhorta a valorar lo mejor del otro.
- Ante un mundo con tantas prisas, María nos señala el camino del Sagrario.
- Ante un proyecto de bien, María nos anima a seguirlo, porque en verdad Ella siempre nos está ayudando y en la medida en que la imitemos iremos conociendo los tesoros deJesucristo.
- Ante un mundo secularizado, donde muchos dicen que no merece la pena creer en Jesús , María nos dice: “haced lo que él os diga”.
- Ante un mundo cómodo, María nos alienta a ponernos en camino para animar a los demás.
- Ante un mundo con tanto ruido, María nos propone el misterio de la Oración.
- Ante un mundo materialista, María nos exhorta a ir contracorriente y encontrar en Dios nuestro tesoro.
Adrián Sanabria Mejido, Pbro.
Imitar a María no nos llevará como destino final a Ella misma sino a Dios, todo lo que pasa por María no se queda en Ella sino que va para Dios. Decía el recordado San Juan Pablo II: “Si todos imitásemos a María el mundo sería nuevo”. Os aliento a plantearnos como proyecto de vida hacer cada día las cosas como la Virgen las haría.
Sin duda el Covid-19 ha trastocado nuestras vidas, la incertidumbre, el temor y la duda surgen constantemente entre nosotros, imitar a la Virgen, la mujer de la Pascua, tendría que llevarnos a todos a tener paz y confiar plenamente en el Señor. Que Nuestra Señora de las Penas os colme a todos de esperanza.
Un fuerte abrazo.
Adrián Sanabria Mejido, Pbro.
Parroco de Ntra. Sra. de los Angeles y Santa Angela de la Cruz, Sevilla