Nos presentamos ante Nuestra Señora de las Penas. Ante su mirada cansada de llanto y su gesto sereno hacemos memoria inconexa de nuestros días. De forma imprecisa, nuestras necesidades, las necesidades de los que nos rodean, también nuestras alegrías, pasan por la mente de manera fugaz, enumerando, de alguna manera, lo que vivimos y lo que sucede a nuestro alrededor.

Veneración de Ntra. Sra. de las Penas

A pesar de que en este mes de mayo, mes de María, nuestra tierra se llena de alegría, festejando ferias y romerías; ante la mirada cansada de llanto y el gesto sereno de nuestra madre, la Señora de las Penas, conforme el alma se sosiega, el pensamiento y la oración no pueden más que compartir con Ella el dolor de nuestros días. El hombre fue creado por Dios para la vida, estamos hechos para la vida. Por eso, cuando el dolor intenso y la violencia llaman a nuestra puerta, y los hermanos de Santa Marta lo saben en primera persona, sólo podemos ponernos en sus manos y tratar de compartir esas penas que no llegamos a entender. El dolor también es consustancial a la vida, y la pena forma parte de nosotros desde que tenemos conciencia de nuestro ser; sin embargo, son días en los que nos vemos inmersos en unas penas difíciles de entender, en la incomprensión por las causas que generan ese pesar, viendo el dolor en personas que sentimos muy cercanas.

El horror de la guerra es una desgracia de la que el hombre nunca ha conseguido liberarse; pero no podemos dejar de entender que la proximidad con que la estamos viviendo y la incapacidad para entender las causas que la han provocado en nuestro continente, nos generan un desconcierto al que buscamos explicación compartiendo las penas de María. Y aparece la respuesta. La mirada cansada de llanto y el gesto sereno de Nuestro Señora de la Penas han inspirado la CARIDAD con mayúsculas. La caridad como respuesta al dolor y a la pena, la caridad como instrumento de PAZ.

San Francisco iniciaba su oración más conocida invocando “Señor hazme instrumento de tu paz…”. Inconscientemente llevo mi mano al cordón franciscano que ciñe la túnica de los hermanos de Santa Marta y, ante Nuestra Señora de la Penas, siento y reconozco la realidad plena de lo que supone ser instrumento de paz. Ante Ella reflexionamos sobre ese llamamiento a ser instrumento de paz, a dar testimonio de paz y el alma se llena de gratitud por nuestros hermanos que han encontrado en su mirada una llamada a esa necesidad y que, de una manera u otra, todos hemos tratado de compartir y hemos asistido con nuestra oración.

Inconscientemente llevo mi mano al cordón franciscano que ciñe la túnica de los hermanos de Santa Marta y, ante Nuestra Señora de la Penas, siento y reconozco la realidad plena de lo que supone ser instrumento de paz

D. Vicente Flores Alés.
Hermano Mayor de la Hermandad de la Paz

En estos días que estamos viviendo, siendo testigos de una escalofriante escalada de guerra a unos pocos kilómetros de nuestra tierra, los cristianos volvemos a tener presente un anhelo universal que los hombres y mujeres de buena voluntad han procurado desde siempre, la paz. Ante la mirada cansada de llanto y el gesto sereno de Nuestro Señora de la Penas, en este mes de mayo, en el que la primavera ha renacido y la luz vuelve a inundar nuestras calles, pidamos porque la paz renazca y nos inunde. Ofrezcamos nuestra oración por la paz, recemos por la paz, seamos instrumentos de paz, porque bienaventurados son los que trabajan por la paz.