María en Su pena, en Sus penas… es manto que aguarda al que se encuentra perdido, al que penando llega y se posa en sus dulces brazos de afectuosa madre.
Sus penas son las nuestras, su pena es aquella que afrontamos en nuestro día a día, la que se aloja, con fecha de entrada pero no de salida, en esos pueblos en guerra devastados, por el terror que dicta la mano humana, y traslúcidos en la mirada acomodada de otros tantos.
La pena une al ser humano ante la pérdida de un ser querido, la enfermedad o la injusticia. Pero las penas, esas Penas de Nuestra Madre también puede ser risa si conoces el sendero al que lleva, la pena dio paso a la vida eterna, tuvo el regusto alegre de la salvación gloriosa allá en el Santo Sepulcro, haciendo a la muerte impía existencia victoriosa.
En ti, Madre, Tú pena es hoy resurrección con olor a primavera de mayo, que con galantería llega rebosante de júbilo, abriéndose camino entre esas lágrimas que el pasado lunes santo derramaras como cristalinos caireles nacidos de tus afligidos ojos.
María en su pena, en sus Penas, siempre a nuestro lado en la certera senda que Dios nos marca, invitándonos a ser la esperanza del lamento y desconsuelo del prójimo. Todos podemos recurrir a Ella a tientas en los momentos más oscuros y amargos y mostrar la luz de Su rostro al corazón rendido del que vive en plañida amargura, del que perdió la fe o jamás la conociera.
Podemos reflexionar en este día sobre Ella y su desconsuelo al ver morir a Jesús, oriundo de su vientre, verla caer abatida y volver a erguirse valiente, aceptando la voluntad de Dios como así quedara escrito. Podemos atrevernos a pensar que el sufrimiento que hoy padecemos pronto se volverá esperanza si fijamos nuestra mirada en la Suya, porque ante Nuestra Señora de las Penas, intercesora y protectora todo lo bueno puede llegar, con Ella a nuestro lado las penas son compartidas, nuestro peso siempre será más leve si nos apoyamos en su auxilio.
Sé Tú, María, en tus penas, nuestro alivio y remedio celestial pues la fe que en Ti profesamos es amor sincero y puro, sin artificios, amor del que en tu rostro encuentra el consuelo a su sentencia.
Sé Tú, María, en tus penas, nuestro alivio y remedio celestial pues la fe que en Ti profesamos es amor sincero y puro
Nuestra Señora de las Penas, gozo para el cristiano, júbilo de nuestra fe, flor blanca de mayo y lirio morado de lunes, Madre que atenta escucha nuestras súplicas,
En este mes de mayo, mes de María, Nuestra Señora de las Penas nos llama a seguir sus pasos, haciéndonos eco de sus propias palabras, según nos muestra el evangelio:
“Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador”.
N.ª H.ª D.ª Rosario Caballero Caro