Después de haber sufrido una final de cuaresma y una semana santa que ninguno de nosotros hubiera imaginado ni en un mal sueño, ahora nos adentramos en el mes de mayo, mes que la religiosidad popular dedica a la Santísima Virgen.
Las hermandades de gloria se hacen protagonistas de este tiempo y honran a sus imágenes titulares con los cultos de regla y con sus procesiones por las calles de nuestra ciudad. Siendo esto así, las imágenes titulares de nuestras hermandades de penitencia, como es natural, siguen recibiendo el cariño, la devoción y el culto por parte de sus hermanos.
Vosotros tenéis a Nuestra Señora de las Penas que en el misterio del traslado al sepulcro acompaña al Santísimo Cristo de la Caridad, titulares de vuestra hermandad. La Santísima Virgen que tanto sabe de Penas, se hace solidaria en estos difíciles momentos que estamos viviendo debido a la pandemia que asola el mundo y nos invita a hacer un pequeño alto en el camino para beber de la fuente de agua fresca que ella os ofrece en vuestra capilla de la Parroquia de San Andrés, vuestra sede canónica.
Ella que es nuestro modelo de fe y de caridad, nos enseña a no desesperar
Los relatos del Nuevo Testamento sobre María, Madre del Señor, terminan con las escenas de la Pasión, de la Cruz y de la Pascua de Pentecostés; ella ha culminado de esa forma su camino de creyente, de figura y principio de la Iglesia, como bien nos enseña toda la tradición cristiana.
Sin embargo, esa espera discreta y silenciosa junto a los discípulos del Maestro es para nosotros motivo de reflexión. María siente la pena de acompañar al sepulcro a su hijo, pero en ningún momento pierde la esperanza de volverse a encontrar con Él.
Geraldino Pérez Chávez, Pbro.
Ella que es nuestro modelo de fe y de caridad, nos enseña a no desesperar, a no perder la esperanza de volver a recuperar la alegría, la paz, que nos da la certeza de que Jesucristo nuestro Señor está resucitado y junto a nosotros, y que no nos ha dejado solos.
No hay razones para el miedo y la desconfianza si ponemos nuestro corazón en manos del Señor y de nuestra Madre, la Santísima Virgen.
La esperanza es un regalo de Dios que en su bondad y su fidelidad a las promesas hechas a sus hijos nunca nos falla. Para el cristiano la espera se reafirma cada vez que nos encontramos con Aquel a quien amamos.
Queridos hermanos y hermanas, que no perdamos nunca la esperanza. Que nos mantengamos firmemente confiados en que el Señor está y estará siempre con nosotros haciendo que, de las llagas de sus manos, de sus pies y de su costado brote para todos nosotros la Caridad.
D. Geraldino Pérez Chávez, Pbro.
Párroco de San Isidoro, Sevilla