“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofás, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.” (Jn. 19,25-27).
A lo largo del año la liturgia de la Iglesia celebra la memoria de la Madre de Dios. Bien es verdad que es el tiempo de Adviento, tiempo propicio para venerar a la Santísima Virgen María, como la mujer que nos invita a prepararnos como ella al nacimiento del Hijo de Dios. Ella es nuestro modelo de aceptación de la Palabra de Dios y alumbramiento de la verdad recibida.
Junto al Adviento, la Pascua que estamos celebrando, es tiempo propicio para honrar a nuestra Madre. Ella siempre unida a su hijo. De Él recibe la luz que nos transmite y extiendo a todos nosotros. Por eso la piedad popular ha dedicado el mes de mayo a venerar de una manera festiva a la Reina de los cielos. Aún recuerdo de niño el mes de María, el rosario, las flores que llevábamos a la Virgen y los altares domésticos que colocábamos para honrar en nuestras casas a la Madre de Dios.
Ella es la Madre de la Caridad, la Virgen Santa y buena que nos acompaña en nuestro discurrir diario.
Ahora somos nosotros, hermanos de nuestra Hermandad de Santa Marta, los que queremos honrar a nuestra Madre de las Penas. Ella es la Madre de la Caridad, la Virgen Santa y buena que nos acompaña en nuestro discurrir diario. Cuántas plegarias e intenciones conocidas o guardadas en el fondo de nuestra alma ella lleva a su hijo. Como en Caná de Galilea ella está atenta a nuestras necesidades y ruega a su hijo por nosotros. Por eso en estos momentos difíciles y llenos de incertidumbre, sabemos que no estamos solos. La Virgen de las Penas recoge en su pañuelo los dolores y angustias, los sinsabores y dudas para enjugarlos y decir a su hijo nuevamente, no les queda esperanza y cólmalos de tu Espíritu.

Julián J. Hernández Lancha, Pbro.
Madre Santa de las Penas nuevamente acudimos a ti en esta hora. Ruega al Padre por nuestra hermandad; haz que seamos un grupo de hermanos y hermanas unidos por el amor a Dios y la caridad al más necesitado. Que todos trabajemos por extender el reino de Dios allí donde nos encontremos; que la palabra de tu Hijo sea nuestro norte y guía y llevemos alegría donde las penas se hacen más amargas. Cólmanos de esperanza, Madre buena, para consolar al triste y abatido y poner dulzura donde tanto amargor pone la vida.
Por último, Virgen bendita acuérdate de los míos a los que, en ocasiones, hago sufrir por mis pecados e intercede para que mi corazón sea imagen de tu Hijo, el Señor de la Caridad.
Amén, Madre y Señora de las Penas, Madre de la Caridad de Cristo. Amén
Julián Jesús Hernández Lancha, Pbro.
Párroco de Maribáñez