Las penas de una madre

Alejandra Navarro González de la Higuera
Subdirectora de ABC de Sevilla
30 de mayo de 2022
Virgen besapies 2013

Ntra. Sra. de las Penas en 2013

María se afana, ansiosa y preocupada, entre los cacharros. Jesús se marcha, se aleja de su lado. Dejará la carpintería de José en manos de un familiar porque, como Él le dice en esas ocasiones en las que adivina la pena en sus ojos, “su hora ha llegado”. Ay, este Jesús, que sólo con mirarla es capaz de leer hasta en el último rincón de su alma. “Siempre fue un chico especial”, piensa mientras termina de fregar las escudillas de la comida del mediodía. “Desde pequeño, en el templo, aquella vez que se perdió y su padre y yo acudimos corriendo a buscarlo. ¿Cómo nos pudo ocurrir? Pensábamos que venía en la caravana. Entonces fue cuando nos dio la primera lección. Tenía que hablar de las cosas de su padre”. Y desde entonces María guarda y medita estas cosas en su corazón.

La vida le ha puesto por delante tantas pruebas que superar, pero María siempre ha confiado en el Altísimo, y en su Hijo, carne de su carne, pero también Hijo De Dios y del Espíritu Santo. 

María aún no lo sabe, pero lo intuye. Jesús tiene tanto que enseñar, tanto que ofrecer, tanto que amar, tantas almas que salvar. Y entiende que Nazaret se le queda pequeño porque su mensaje de Amor es universal y su ejemplo y sus milagros deben llegar a todos. “Pero, ay, qué difícil se me hace pensar que ya no estará aquí cada mañana, que ya no lo tendré a mi lado para ayudarme en el hogar, Por ejemplo, para arreglar esta silla que lleva con esta pata rota varias semanas…” Sonríe. Qué banalidad. “¿Cómo puedo ser tan simple? Perdóname, Dios mío. Que se haga lo que tú desees y lo que tengas dispuesto”.

No, no son estos momentos para la queja o la tristeza. Jesús se va y quiere despedirlo como se merece. Ha invitado a algunos amigos, a sus primos y a algunos vecinos de la calle a una cena con Él. Y como siempre, María se ha acordado de los más necesitados. A pesar de la pobreza en la que ellos también viven, siempre hay pan y vino para dar a aquellos que no tienen nada. “La caridad, siempre, siempre está en los labios de mi hijo. Madre, no te olvides, acógelos, porque de ellos será el Reino de los Cielos”. 

La vida le ha puesto por delante tantas pruebas que superar, pero María siempre ha confiado en el Altísimo, y en su Hijo, carne de su carne, pero también Hijo De Dios y del Espíritu Santo. 

Así que María se toca con el manto negro con el que suele salir a la calle y se acerca a la casa de los vecinos de los que conoce su necesidad. También ellos están invitados a disfrutar de la compañía de Jesús. “Míralos, están deseando verlo. Su Palabra los reconforta y alivia. Y mi Hijo prefiere estar con ellos que con los ricos del pueblo”. 

Alejandra Navarro González de la Higuera

Alejandra Navarro González de la Higuera.
Subdirectora de ABC de Sevilla.

Al atardecer la alegría de la fiesta y el quehacer de los preparativos ha dejado a María exhausta y casi sin pensar se acerca a Él por la espalda. Lo abraza y de pronto, como si un rayo helado la atravesara de parte a parte, comprende su destino. Jesús se vuelve y la mira: “Madre, no tengas pena. Me iré pero volveré, y tú estarás siempre a mi lado, en la Tierra y en el Cielo”. Y así, en silencio y sin que su hijo lo note, siete lágrimas brotan de sus ojos mientras se esmera, presurosa, en recoger los platos sucios de la despedida.

Reflexiones sobre María 2023

Reflexiones sobre María 2022

Reflexiones sobre María 2021