Nuestra Cofradía es verdaderamente una manifestación de fe y una oportunidad para la reflexión y la oración de quienes hacemos estación de penitencia. El pasado Lunes Santo parecía ver a la Virgen de las Penas en medio de nosotros, caminando entre sus hijos, nazarenos, monaguillos, acólitos, penitentes, servidores o simplemente devotos que acompañamos el enterro de su Hijo. Y la veía en medio, como una más, a pesar de su indiscutble rango de Madre de Dios e Inmaculada. Nunca le gustó aparentar ni ocupar los primeros puestos. Tan solo estaba presente. En camino.
Al igual que en las bodas de Caná de Galilea, donde era una invitada más, pero atenta a las necesidades de esos novios. Me gusta imaginarla así, intercediendo ante su Hijo. “No les queda vino”. Hoy dirías: “Mira, está sufriendo solo”, o “tiene un problema con su hijo o su hija”, “no encuentra trabajo” o “ayúdale en ese nuevo proyecto que va a empezar”.
Porque la Virgen es como un jazmín oculto que descubrimos por su fragancia en una noche de verano. Con el tiempo vamos experimentando poco a poco su presencia en nuestras vidas y comprendemos cómo ha intercedido y nos ha ayudado en nuestros quehaceres. A veces no se lo hemos pedido, otras personas son las que le piden por nosotros… es un misterio que no llegamos a comprender con nuestros ojos de racionalidad.
En la escuela, de niño, los salesianos me contaron una historia de San Juan Bosco que me marcó para toda la vida y aún recuerdo. Contaban que el santo turinés, ya muy anciano y cansado, fue llevado a visitar una casa de salesianas y le pidieron que les dijese unas palabras. Como estaba muy mayor y deteriorado, susurraba a su secretario que actuaba de portavoz. Don Bosco dijo “La Virgen os quiere mucho y la veo aquí, ahora mismo, en medio de vosotras”. El secretario, algo escandalizado y temiendo que Don Bosco estuviese delirando decía “Don Bosco dice que si sois buenas la Virgen os bendecirá” … Don Bosco, le insistía “No, no, la Virgen está aquí” y el secretario volvía a matizar y edulcorar sus palabras… hasta que Don Bosco en un acto de energía se incorporó, alzó la voz y pudo decir claramente: “¡No es eso! ¡Quiero decir que la Virgen está realmente aquí, aquí mismo en medio de vosotras! ¡La Virgen se pasea por esta casa!”.
Madre, así te veía este Lunes Santo en nuestra estación de penitencia. Caminando en medio de nosotros. Nosotros pensamos que te acompañamos en tus Penas en ese Traslado al Sepulcro… pero eres Tú realmente quien camina en medio de nosotros cada día. Podemos rezarle a la Virgen de las Penas con la oración de San Bernardo: “Siguiéndola no te extraviarás, rezándole no desesperarás, pensando en Ella evitarás todo error. Si Ella te sustenta no caerás; si Ella te protege nada tendrás que temer; si Ella te conduce no te cansarás; si Ella te es favorable alcanzarás el fin”.
Madre, así te veía este Lunes Santo en nuestra estación de penitencia. Caminando en medio de nosotros
Madre, sigue caminando con nosotros, aunque a veces nos olvidemos de pedírtelo. No nos dejes solos. Porque el camino siempre es mucho más llevadero si te experimentamos cerca. Y porque sabemos que nunca nos olvidas. Como dice el libro de Isaías (49, 15): “¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, | no tener compasión del hijo de sus entrañas? | Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré”. Gracias Madre.
N. H. D. Álvaro López Cabrales