Celebra la Iglesia en éste día 26 de mayo, la memoria agradecida de San Felipe Neri (1515-1595), fundador de la Congregación del Oratorio, que dejó a sus discípulos esta permanente recomendación: “Hijos míos, sed devotos de María”.
Siguiendo ésta recomendación como sacerdote del Oratorio y ante la invitación que la Hermandad de Santa Marta me hace, paso a compartir una breve reflexión en torno a la Bienaventurada Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de las Penas, en éste mes particularmente dedicado a ella.
Las madres no dejan nunca de enseñar a sus hijos. Unas veces con palabras, otras con el silencio y siempre desde el testimonio de entrega más admirable. María como madre siempre nos enseña.
“María por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”, nos dice el evangelista san Lucas 2, 50. Podemos decir, que no solo guarda en su corazón aquella desconcertante respuesta del Hijo, sino que será durante toda su vida la que acoja en su corazón y medite todas las experiencias y vivencias que va a tener en el acompañar a su Hijo Jesús.
María conservaba… Ella es capaz de hacer memoria porque va guardando en su corazón aquello que le va marcando y cuestionando la vida. Una memoria agradecida que le lleva a proclamar la grandeza que Dios ha hecho en ella. “Proclama mi alma la grandeza del Señor…” (Lc 1,46-55). Una memoria en la que brota el deseo de salir al encuentro para compartir las alegrías recibida. “María se puso en camino a toda prisa…” (Lc 1,39) Una memoria, que le lleva a estar en el dolor y el sufrimiento de su propio Hijo en la certeza de saber que no es el dolor y la muerte, la última palabra, (Jn 19,25). Nos dice el Concilio Vaticano II, “la Santísima Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por designio divino, se mantuvo de pie, sufrió profundamente con su Hijo unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado" (Lumen Gentium, 58). Una memoria que le lleva a participar desde la esperanza en la resurrección de su Hijo y en el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés.
María conservaba… Ella es capaz de hacer memoria porque va guardando en su corazón aquello que le va marcando y cuestionando la vida
Con María, nuestra Señora de las Penas, nos preguntamos ¿Conservo en mi corazón y tengo memoria de las maravillas que Dios obra en mí? ¿Tengo memoria agradecida de tanto bien recibido? Con María, ¿me lleva esa memoria y ese conservar en el corazón a vivir el anuncio del Evangelio como misión, a vivir el dolor en la esperanza de que no tiene la última palabra? ¿Tengo esperanza ante los acontecimientos que estamos viviendo?
Pero María nos dice el texto (Lc 2,50), no sólo conserva, sino medita y contempla en su corazón aquello que va aconteciendo en su vida. Contemplar y meditar son actitudes necesarias para pasar por el corazón los momentos de la vida y no ser superficiales, no responder con la primera palabra, no tomar decisiones a la ligera, no querer respuestas rápidas.
María medita y contempla lo que oye a su prima Isabel (Lc 1,43), aquello que los pastores dicen del niño (Lc 2,19), contempla su situación cuando ha de huir a Egipto para salvar la vida de su Hijo (Mt 2,14). María contempla con el dolor que desgarra su corazón, a aquel que llevan a enterrar, para descubrir que en aquel cuerpo muerto, sostenido por los santos varones y las santas mujeres, hay el mayor signo de amor que Dios nos ha podido dar. “Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1)

Alfonso Muruve Fernández-Piedra, C.O.
Con la madre del Señor, Nuestra Señora de las Penas, nos preguntamos en éste momento tan difícil que estamos viviendo… ¿Meditamos y contemplamos aquello que pasa a nuestro alrededor? ¿Somos capaces de interiorizar aquello que vemos y escuchamos? Desde la contemplación, nos preguntamos ¿Qué querrá el Señor en estos momentos de nuestra vida? María no siempre entendía… pero contemplaba. ¿Descartamos de nuestra reflexión aquello que no entendemos?
Pidamos al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de las Penas que nos dé su Espíritu para que al igual que María conservemos y meditemos en nuestro corazón los acontecimientos y momentos que vamos viviendo. María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
Alfonso Muruve Fernández-Piedra, C.O.
Sacerdote del Oratorio de San Felipe Neri. Sevilla