Queridos hermanos en el Señor:
Me piden que os acompañe con unas palabras dedicadas a Nuestra Señora de las Penas en este mes de Mayo, mes dedicado a la Madre de Dios. Esta petición se enmarca dentro de los duros estragos de la pandemia que estamos sufriendo, llenos de dolor e incertidumbre ante el futuro que se avecina. Por ello, más que nunca, apelar a María bajo la advocación de Nuestra Señora de las Penas no deja de convertirse en un espacio de honda reflexión. El título con la que María es honrada en el seno de nuestra hermandad denota cómo las advocaciones son manifestación y tributo del sentir del Pueblo de Dios. De esta manera, contemplando su sereno rostro, lleno de confianza y entrega a la voluntad de Dios, de dolor contenido convertido en ofrenda, recuerdo el pasaje de Caná de Galilea; donde Ella confía al Hijo los anhelos y súplicas que surgen en la vida cotidiana.
María es aquella que nos enseña a descubrir la voluntad de Dios y, por ende, su presencia vivificadora
En la expresión “no les queda vino” se encierra una honda exégesis: por una parte, se evidencia su maternal solicitud por percibir los problemas de los demás, su atención maternal que ahonda en la necesidad del día a día. Así es Nuestra Señora de las Penas, siempre en un segundo plano dentro de su capilla pero solícita al ruego de sus hijos. A Ella confiamos, hoy más que nunca, nuestros miedos, incertidumbres, necesidades y, sobre todo, nuestras penas. Pero, por otra, en el relato evangélico encontramos otro aspecto fundamental: María lo deja todo al juicio de Dios. Esta es la actitud que monopolizó su vida desde el Fiat pronunciado en Nazaret: hacer de la voluntad de Dios su propia voluntad.
Alfonso Peña Blanco, Pbro.
Sin embargo, en estos días terribles habrá a quién le pueda costar entender cuál es la voluntad de Dios; más aún, podrá lanzar un interrogante desolador: ¿dónde está Dios?. María es aquella que nos enseña a descubrir la voluntad de Dios y, por ende, su presencia vivificadora. En Caná nos dijo: “haced lo que Él os diga”; advierte que la voluntad de Dios consiste en escuchar a su Hijo, Aquel que no se cansa de exhortarnos a transformar en vida el mandamiento del Amor. Así, María atiende nuestras penas en estos duros días pero, al mismo tiempo, nos muestra que la mejor manera de responder a nuestra solicitud es trabajar por sembrar el Amor y la Esperanza entre aquellos que necesitan de Dios, sobre todo, entre los más pobres y débiles. Acudamos a María y aprendamos como Ella a ofrecer a Dios todo lo que inquieta nuestro corazón, para que Él, en su infinita misericordia, transforme nuestro anhelo en confianza, nuestro miedo en diligencia y nuestra pena en fortaleza.
Alfonso Peña Blanco, Pbro.
Vicario parroquial de la parroquia San Pedro y San Juan Bautista, Sevilla