El hermano de Santa Marta “sal en la tierra y luz en el mundo”

Se acumulan los días y con estos el miedo y las dudas. Esta situación, dramática en tantos casos y para tantas familias, nos pone a prueba como pueblo. Como comunidad que vive en la búsqueda constante del bienestar de cada individuo.

Nos prueba como sociedad que, por definición, necesita vivir en convivencia; prueba si los valores que han imperado en los últimos tiempos tienen vigencia para la sociedad resultante de esta crisis; y prueba también nuestra fe.

Nuestra fe, a veces dormida y otras, arrinconada, debe ser el pilar fundamental sobre el que apoyarnos en estos momentos duros, recios. Momentos de interrogantes, de temores.

El hermano de Santa Marta debe ser testimonio público de esa fe que profesamos, “sal en la tierra y luz en el mundo

El hermano de Santa Marta debe ser testimonio público de esa fe que profesamos, “sal en la tierra y luz en el mundo(Mt 5, 13. 14,9). Luz en una sociedad que va a salir triste y apocada de esta situación.

Ahora más que nunca deberemos exaltar el valor de la alegría.

Ayer celebramos la Solemnidad de la Anunciación de María, ningún versículo de las Sagradas Escrituras expone que la Santísima Virgen afrontara su “Si” con pesar ni tristeza. «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo», Lc 1, 26, y es Ella, la Virgen de las Penas, quien debe ser nuestro referente en el ánimo.

Hermanos, nos perdamos nunca la fe ni la esperanza, no decaigamos en el ánimo. No tenemos derecho a estar triste, ahora no.

Con nostalgia, quizás, que no con tristeza, recordamos cómo en estos días la priostía y su equipo deberían estar afanados en el montaje del paso. Y así, en la intimidad del templo cerrado y en presencia de los más cercanos, el misterio va tomando forma a expensa solo de quien da sentido a todo, el Santísimo Cristo de la Caridad. La Virgen, ubicada en su sitio atrás, recibe el consuelo de Juan que aún no termina de entender todo aquello que el Maestro le enseñó en vida. Y cerca de ellos, Marta.

Qué difícil resultar entender que Lázaro y sus hermanas no aparezcan en la Pasión del Señor. Lázaro y su familia eran amigos del Jesús y en momentos tan complicados para la vida del Señor dudo que no estuvieran cerca, compartiendo con la Virgen el dolor de tan injusto proceso. En fin, reflexiones que se ponen en común.

También los vestidores y camaristas deberían hacer uso de sus muchos conocimientos e infinita sensibilidad para que cada pliegue, cada doblez, resalte aún más la belleza de cada una de las imágenes que nos deben trasladar a la contemplación y la oración.

Los priostes deberían convertir la Capilla del Sagrario en el imponente “altar de insignias” de nuestra Hermandad. Curiosa licencia que los cofrades nos tomamos para nombrar lo que no deja de ser la exposición de los enseres con los que haríamos nuestra estación penitencial. Pero eso es tema para otro momento, quizás.

Pero la nostalgia por lo que no va a llegar no debe permitirnos olvidar que estamos en Cuaresma, seguimos en tiempo de conversión y oración.

Acordémonos de todas las personas que están trabajando para que todos podamos disponer de lo necesario para sobrevivir aunque sea afinado. Trabajadores de tiendas y farmacias, agentes de seguridad y militares; camioneros y agricultores; políticos de todas las administraciones y medios de comunión. Para que todos ellos, noten nuestro aliento, venzan el cansancio y sigan aportando lo mejor para el bienestar de nuestra comunidad.

Pidamos por los religiosos y religiosas que no cesan de atender a quienes necesitan de su ayuda y colaboración sea espiritual sea material. Oremos de manera especial por las religiosas que ha fallecido en la residencia de Madrid. Y por los sacerdotes que buscan las formas más ingeniosas para seguir desarrollando su ministerio, para que sigan siendo transmisores de fe, confianza y esperanza.

Todos somos conocedores de barrios donde las estructuras sociales no existen, abundan las familias “desestructuradas”, el desempleo es casi total, la incultura no forma parte de la vida y la droga es el vecino más terrible. Oremos al Señor para que transmita a sus vecinos sabiduría para entender la importancia, hoy más que nunca, de permanecer resguardados en sus hogares, con sus familias.

La lectura que ofrecemos hoy corresponde a la Primera de la liturgia de este jueves de la cuarta semana cuaresma:

Ex 32, 7-14

El Señor dijo a Moisés:

—Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: Éste es tu dios, Israel, el que te sacó de Egipto. 

Y el Señor añadió a Moisés: Veo que este pueblo es un pueblo testarudo. Por eso déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti sacaré un gran pueblo.

 Entonces Moisés aplacó al Señor, su Dios, diciendo: ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? ¿Tendrán que decir los egipcios: Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra? Desiste del incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado, se la daré a vuestra descendencia para que la posean siempre. 

Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Oración

Padre,
me declaro culpable, pido clemencia, perdón por mis pecados.
Me acerco a ti con absoluta confianza
porque sé que tú prefieres la penitencia a la muerte del pecador

A ti no te gusta ni la venganza ni el rencor, tu corazón es compasivo y misericordioso,
y sé que sólo estás esperando a que tenga la humildad de reconocer mi pecado, arrepentirme y pedir perdón
para desbordar la abundancia de tu misericordia.
Miro al horizonte: veo tus brazos abiertos y un corazón de Padre
queriendo atraerme con lazos de un amor infinito.
Padre, perdóname, quiero recibir el abrazo eterno.

Tu enseñanza es muy clara: para ser perdonados y poder entrar en el Reino de los cielos debemos tener un Corazón como el tuyo.