Detrás, callada, discreta. Vemos pasar el misterio, y aún sobrecogidos por el brutal impacto que nos deja el cuerpo yacente que antecede al cortejo camino del sepulcro, entendemos en un instante con una claridad cegadora, que significa amor incondicional de una madre. “Hágase en mi según tu palabra”. Nos agarramos instintiva y desesperadamente a ella, buscando respuestas a preguntas que en nuestra humana comprensión no la tienen. Como la primera luz de costa que se atisba en alta mar en noche cerrada, donde la oscuridad no parece tener fin. Un faro, un cabo al término de un ancla de esperanza a tierra.
Siempre detrás, incondicionalmente. Cuando somos niños y la vida sólo es un juego, no reparamos en nada que no sea avanzar y descubrir. Sólo cuando nos caemos tornamos a mirar atrás, y ahí estaba nuestra madre. Ayudándote a levantarte. Nada cambia en el amor incondicional en el transcurso de nuestras vidas. En la velocidad del día a día no miramos atrás, creemos, en nuestra infinita soberbia, que sólo importa lo nuevo, el futuro que nos depara el día siguiente. “ahí están tú madre y tus hermanos”… También caemos, también nos empujan y también entramos en noches oscuras que parecen no tener fin. Entonces volvemos a girar nuestras miradas, y ahí está.
Detrás, callada, discreta. Aún cuando ya no están físicamente con nosotros en el día a día, tenemos la fortuna como cristianos, de saber que siguen siendo luz y esperanza, que siguen estando detrás da cada uno de nosotros, cerrando el cortejo.
Qué enorme ejercicio de indolencia y soberbia cometemos ante tremendo ejemplo y testimonio diario. “Haced lo que Él os diga”, que difícil se nos hace a veces, hacer y no decir, poner mil excusas para auto justificarnos en lugar de callar y andar el camino.
Una vez más, Madre, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos y ayúdanos a levantarnos y a seguir el camino, en la verdad y en la vida. Perdona nuestras constantes ofensas y desprecios diarios, nuestros olvidos intencionados, nuestra indolencia y en tu infinito amor de madre permanece con nosotros ahora y hasta la hora de nuestra muerte.
Amén.
N. H. D. Manuel Heredia Martínez
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