Amar a María es agradable a Dios
No se puede superar a Dios. Nadie ha amado y honrado a María más de lo que Dios hizo. Dios adre la eligió para ser la Madre de su Hijo único; ella es la esposa del Espíritu Santo y la madre del Hijo unigénito de Dios. Como hijos de Dios, debemos demostrar nuestro amor a nuestra Madre la Virgen María, imitándole sus virtudes: Humildad, generosidad, obediencia, servicio, alegría, amor, respeto, etc. Ella, como buena Madre, nos conoce, y sabe lo que llevamos en el corazón, cuáles son nuestras alegrías y también nuestras tristezas. Y siempre está con nosotros, a nuestro lado, animándonos en nuestra vida, para que conozcamos más y mejor a Jesucristo, y le amemos con todo el corazón, como lo amó Ella, hasta el pie de la cruz. Allí, por Voluntad de Dios, sufrió intensamente con su Hijo, y se unió a su sacrificio con corazón de Madre, que llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima. Y Él, nos la dejó como Madre de toda la humanidad. María nos acompaña en nuestro peregrinar por esta tierra, apuntando al Cielo que es nuestra meta. Ella es el camino más corto para llegar a Él.
María escucha y cumple la Palabra de Dios
La persona que con mayor humildad y perfección escuchó y escucha la Palabra de Dios es María. Cuando el ángel Gabriel le comunica la voluntad de Dios, ella escucha con atención y luego acepta lo que Dios le propone. María no solamente escuchó sino que encarnó la Palabra de Dios.
Los cristianos debemos seguir el ejemplo de María, encarnar la Palabra en nosotros, para dar también muchos frutos de vida eterna. Si de verdad escuchamos con amor y humildad la Palabra de Dios daremos muchos frutos para todos. Una vez que la Palabra entra en nosotros nos va transformando a la imagen de Dios, y damos frutos que perduran, frutos para la vida eterna.
María siempre escuchaba con atención y meditaba en su corazón los acontecimientos y las palabras que ocurrían de parte de Dios en su vida, ella se disponía a cumplir lo que Dios le pedía cada vez. María no solamente aceptó que la Palabra encarnara en su ser sino que además encarnó la Palabra en su vida, porque ella siempre hizo lo que Dios le pidió, cambió sus planes para seguir los de Dios, siempre estuvo humildemente escuchando y cumpliendo la voluntad de Dios.
María sirvió a la Palabra con su propia vida, y estuvo siempre a su lado, sobre todo en los momentos más difíciles, sobre todo en la Cruz, cuando la Palabra se debía encarnarse en la humanidad y formar la Iglesia, y fue abandonada por todos, rechazada, burlada, pero María permaneció fiel a la Palabra, nunca hubo en ella ni una rendija de infidelidad o soberbia, siempre estuvo aceptando en su ser y en su vida la Palabra viva de Dios. María es Discípula y Misionera de la Palabra de Dios.
María escuchó con corazón puro la Palabra de Dios y creyó en ella, como Abraham, y la Palabra se hizo carne en María; en su vientre purísimo tomó la carne humana y de ella nació Jesús, su propio Hijo, el Hijo único de Dios.
La Iglesia como María, ofrece la Palabra Viva a los fieles, para que se alimenten de ella, la hagan parte de su vida y su tierra cambie, se haga hermosa y dé muchos frutos. María es el comienzo de la tierra hermosa, renovada por Dios, llena de su Espíritu, llena de su Gracia, la que nos enseña el camino que tenemos que recorrer, cada día, a creer con mayor profundidad y amor en su propio Hijo, la Palabra hecha carne, Jesús, y obedecerle, cumplir las cosas que Dios nos dice y nos pide.
La Iglesia como María, ofrece la Palabra Viva a los fieles, para que se alimenten de ella, la hagan parte de su vida y su tierra cambie, se haga hermosa y dé muchos frutos
Creer, amar y obedecer a Jesucristo es la esencia de la Iglesia y del ser cristiano, y María es la persona que más creyó, amó y obedeció a Jesucristo, porque no solamente fue una fiel creyente y discípula sino que fue en ella que se encarnó la Palabra y por eso la fe de María es más fuerte y profunda que la de nosotros, porque ella es la madre del Verbo Encarnado, su amor es también único dentro de la Iglesia, por ser amor de discípula y de madre y su obediencia es única y perfecta.
Abramos nuestro corazón a María nuestra Madre, en este mes de Mayo, y pidámosle la gracia de ser buenos hijos suyos, amando hasta entregar nuestra propia vida por los demás.
Mes de María
María nos sitúa, junto a su Hijo, en el camino de la verdad y continuamente nos repite aquellas mismas palabras que dijo a los sirvientes de las bodas de Caná: “haced lo que Él os diga” Y por eso, de la mano de María, en este mes dedicado a ella, ponemos nuestra mirada en Jesús y renovamos nuestra fe y nuestro firme deseo de seguirle, de amarle y de ser misioneros de su misericordia.
Debemos dar gracias a Dios por la conciencia, cada vez más clara, que muchos van adquiriendo de su dignidad de bautizados, que les va haciendo vivir con gozo su encuentro con Cristo y les va impulsando a compartir con otros la alegría de este encuentro.
Sin embargo, a la vez que damos gracias a Dios tenemos también que abrir los ojos para contemplar con la mirada misericordiosa de María, la realidad de una sociedad que, alejándose de Dios, se está también alejando de forma alarmante del hombre mismo, de su dignidad y de sus derechos más esenciales: una sociedad, muy vacía de valores, que está generando grandes tensiones sociales, la destrucción de muchas familias y la confusión y el sufrimiento de un gran número de personas, especialmente niños y jóvenes.
Acudamos estos días con mucha confianza a María para que ella nos alcance de su Hijo la gracia de sentir el gozo y la belleza de la vida cristiana, y para que, dejándonos transformar por Él, contribuyamos con nuestro esfuerzo en la construcción de un mundo en el que, respetando la pluralidad de razas y culturas, resplandezca la dignidad del hombre, imagen de Dios. Que ella interceda por nosotros, y, como decimos en la Salve, nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre..
Contemplemos el rostro misericordioso de nuestra Madre de las Penas y que ella nos acompañe y nos ayude en nuestro camino para llegar al Padre.