Acueducto más hermoso

Manuel Chaparro Vera, Pbro.
7 de mayo de 2021

En este tiempo de Pascua, saludamos a la Virgen María con el canto del Regina coeli, como Reina del cielo. Y en el saludo está inmerso el estado del alma al encontrarse con el Resucitado, la alegría. Por eso le decimos: ¡Alégrate! Reina del cielo, porque a quien llevaste en tu vientre ha resucitado de veras.

Esta verdad es la que María nos proporciona con su presencia en nuestras vidas. Porque su realeza es para nosotros un atisbo de lo que podemos llegar a ser si depositamos todas nuestras esperanzas y fe en su Hijo Jesucristo, como Ella nos enseñó. Y es que donde abunda la Pena, sobreabunda la Alegría; donde abunda la desesperanza sobreabunda la Esperanza; y donde abunda la sequedad del alma, sobreabunda el Agua que como torrente se derrama en nuestras vidas. A esta realeza es a la que nos invita María a participar, pues no hay mayor tesoro en el mundo que beber de estas lágrimas de Pena, que en este tiempo se nos convierte en Agua y sacian nuestra sequía por este sol abrasador que la vida nos inflige en día a día; donde la lucha constante por sobrevivir nos hace cansarnos y caer en una monotonía de sinsentidos y sinrazones que van agotando nuestra capacidad de reacción ante las adversidades que la vida nos brinda, cual bebida estimulante no apaga la sed del alma mía.

Donde abunda la Pena, sobreabunda la Alegría; donde abunda la desesperanza sobreabunda la Esperanza; y donde abunda la sequedad del alma, sobreabunda el Agua que como torrente se derrama en nuestras vidas.

Ella, es Acueducto más hermoso por donde la Gracia el mismo Dios comunica, al que de veras le implora como Reina y Señora de las Penas, que en este tiempo se convierte en lágrimas de alegría. María, en su realeza, nos comunica la Gracia derivada por la misma divinidad de la Santísima Trinidad. Ella, que participó de forma inminente de la Pasión y Muerte de nuestro Redentor, es interrumpida por la alborada resurrección de su Hijo, acción resucitadora de la voluntad del Padre, llevada a cabo por el Espíritu Santo, divino amor que no podía permitir que los lazos de la misma muerte secaran este manantial de Aguas caudalosas que dan la vida, como era Jesucristo, el Mesías. De alguna forma, al contemplar a María en este tiempo de Pascua, nos está invitando a vivir de su naturaleza, basada en una realeza corredentora con su Hijo, y así junto con Ella, ser asidero de Aguas que brotan del Manantial más puro y verdadero, de esas lágrimas de Pena que se derraman por sus mejillas y llegan al corazón del hombre convertidas en lágrimas de alegría. Por eso María es Acueducto más hermoso por donde la Gracia de Dios se nos comunica, porque Dios a través de la lágrimas de Penas de una Madre por ver a su Amor crucificado, se llena de inmensa alegría, cuando este Amor remonta cual ave en su vuelo más perfecto que, al que lo contempla, no le cabe más que expresar: ¡es tan hermoso este vuelo, más parece que en él se me fuera la vida!, y no de pena, sino de alegría, porque al verte al despuntar el día, cual alborada del sol resplandece, me haces sentir que mí cabe la posibilidad de una nueva vida.

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Manuel Chaparro Vera, Pbro.

María, al vivir esta forma de vida, nos invita en este mes dedicado a su Pena convertida en alegría, a todos los que estemos sedientos, a venir a su fuente de Aguas vivas. Aguas que dan la vida, pero que también Santifican, porque nos hace pasar de la Pena a la Alegría. Dejemos que Ella sea nuestra guía; y así cuando la imploramos con muchas ¡Ave, María!, Ella convierta nuestras penas en alegrías, como en las bodas de Caná, que el agua en vinos le pidió a su Hijo que hiciera el milagro de convertirla.
Cristianos venid, acudamos a la Fuente de Aguas Santas que María nos ofrece, para convertir nuestras Penas en Alegría. Pero sin olvidar, que las Penas si son depositadas en María, Ella, en su realeza en vino de alegría nos concedería. No olvide cristiano, que María es caudal de vida, porque si por una mujer nos vino la muerte, por Otra la Vida se nos regalaría, esa eres Tú, Virgen María, que con tus Penas nos das lágrimas de alegría, a ver realizada en nosotros la divina profecía: que no descansaremos hasta veamos el nuevo día, y ese nuevo día lo hemos visto a través de ti María, pues no hay más verdad, que la tuya misma, la verdad de que si en esta vida penamos, podemos cambiar la suerte en nueva vida. Pues tú serás por siempre y para siempre, para nosotros los cristianos, Acueducto tan hermoso por donde se nos comunica la Vida, ofreciéndonos con tu Fiat el hacer lo que Él nos diga, y no es más que beber de tan rico manantial para santificar nuestras almas y convertir nuestras penas en lágrimas de alegría.

Cristianos decid, con el alma mía: ¡Regina coeli, laetare, Virgo María, Alleluia!.

Manuel Chaparro Vera, Pbro.
Párroco de la del Amparo y San Fernando (Dos Hermanas)

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