¿Por qué un Jubileo extraordinario de la Misericordia?

9 de noviembre de 2015

El jueves 5 de noviembre se inició en la Parroquia de San Andrés el II Ciclo de Formación conjunta de las Hermandades de la feligresía con una primera sesión organizada por la Hermandad de Ntra. Señora de Araceli bajo el título “¿Por qué hoy un Jubileo extraordinario de la Misericordia? La Bula Misericordiae Vultus”.

Hemos querido centrarnos este curso en la celebración del Año de la Misericordia, “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 27-36), Año Jubilar que comenzará el próximo 8 de diciembre.

D. Antonio Romero Padilla, párroco de San Martín de Carrión de los Céspedes fue el encargado de exponernos magníficamente la importancia y el significado de la celebración de un año Jubilar y el porqué un año de la “Misericordia”. En un día en que celebramos la festividad de Santa Ángela de la Cruz, D. Antonio partía de la humildad y el servicio que caracteriza el carisma de las Hermanas de la Cruz, para introducirnos en el significado de la palabra Misericordia como “inclinarse”, como la cualidad que define esencialmente a nuestro Dios, el Padre de la Misericordia, aquel que toma la iniciativa y acoge en un abrazo incondicional a sus hijos, como nos narra la parábola del hijo pródigo, y que tan genialmente expresa Rembrandt en su cuadro (El Retorno del Hijo Pródigo) con esas manos de padre y madre que acogen, sostienen y acarician al hijo.

Un año que comienza en la festividad de la Inmaculada de 2015 y que finalizará en la de Cristo Rey de 2016, como marcando un camino por pura gracia de Dios, un camino en que la Madre nos lleva al Hijo, un año para una puesta a punto, un año para convertirnos al Señor.

El padre D. Antonio de una manera directa y en nuestro lenguaje, que de un buen cofrade se trata, nos invitaba a dejarnos ya de lamentos y de “tontás”, para levantar la mirada, a dejarnos encontrar por Dios, a hablar de lo verdaderamente importante, a recuperar la vivencia del sacramento de la reconciliación, a que nuestras casas se conviertan en “hospitalitos” de cariño, casas abiertas que acogen.

En definitiva, se trata de vivir este año como cristianos (cofrades) jubilosos, y convertirnos en misioneros de la Misericordia.