“No para ser servido, sino para servir y dar la vida”, Meditación de N.H.D. Luis Fernando Álvarez, año 2016

12 de marzo de 2016

La víspera del Domingo de Pasión, el Besapiés del Santísimo Cristo de la Caridad se abrió con la tradicional Meditación, a cargo en esta ocasión de N.H. Rvdo. P. D. Luis Fernando Álvarez González, SDB, anterior Director Espiritual.

“Vuelvo esta noche, sin haberme ido del todo, a nuestra Casa de Betania y encuentro a mis amigos reunidos, y a Jesús «en medio de nosotros»” fueron las primeras palabras de Luis Fernando Álvarez al encontrarse de nuevo junto con los hermanos de Santa Marta ante el Cristo de la Caridad.

En los párrafos iniciales tuvo una emotiva alusión a la figura del creador de su imagen, Luis Ortega Bru, del que conmemoramos el centenario de su nacimiento, que sirvió para ahondar en el misterio del sufrimiento humano y la actuación de Dios en favor del hombre: “Siendo el Hijo de Dios te has hecho uno de nosotros. Sin jugar con ventaja. Has entrado en nuestro mundo por la puerta de servicio. Te has puesto en la cola de la vida como uno de tantos. Sin privilegios. Has compartido nuestro mismo destino como uno de tantos, has tenido por única riqueza solo la vida y la has entregado por nosotros sin dudarlo un momento y sin reservarte nada”.

no me escuchéis a mí, hermanos. Mirad, mirad más bien su imagen. Y pedid al Cristo de la Caridad que meditando en su vida, lo sigamos en la nuestra

En sus emocionadas palabras fueron constantes las alusiones a nuestro Sagrado Titular, corazón de nuestra Hermandad, para que le imitemos: “Por favor, no me escuchéis a mí, hermanos. Mirad, mirad más bien su imagen. Y pedid al Cristo de la Caridad que meditando en su vida, lo sigamos en la nuestra”; así como a la presencia de nuestra Madre de las Penas: “Cuando las manos de tu Madre tocaron tu frente, notando en las yemas de sus dedos las heridas de las espinas, pasó por su mente, en un instante, toda tu vida. El nacimiento en la pobreza extrema del establo de Belén. Los años felices que Ella y su José habían compartido en aquella casa humilde de Nazaret contigo. ¿Recuerdas?”.

El reto actual de la esperanza cristiana también estuvo presente en la Meditación: No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!» (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 3). ¡Esta es la misericordia de nuestro Padre! «Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20)”.

En la última parte resonaron las profundas referencias a los momentos actuales de nuestro mundo, con su realidad de pobreza y marginación: “No lo hemos de olvidar, hermanos, en estos tiempos duros: Todo hombre, toda mujer son la mejor imagen de Dios, pero aún más lo son el que sufre, el perseguido, el débil, el necesitado, el enfermo, el refugiado, el pobre. En estos hermanos nuestros tu carne, Cristo de la Caridad, «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga…, para que nosotros lo reconozcamos, lo respetemos y lo tratemos con cuidado». Para que lo besemos”; ni de la hostilidad que está sufriendo el cristianismo en tantas partes de la Tierra: “Ni lo debemos olvidar tampoco en estos tiempos de persecución, en el que los mártires no son noticia, pero son, en cambio, mucho más numerosos que en las persecuciones de los primeros siglos. Estos hermanos nuestros son un auténtico estímulo para nosotros a seguir a Jesucristo con mayor radicalidad y entrega. Pidamos al Cristo de la Caridad que nos prepare y nos dé fortaleza para ser sus testigos sin miedo a la persecución”.

La Meditación concluyó con unos instantes de silencio y una oración por el eterno descanso de Luis Ortega Bru y todos nuestros hermanos difuntos, ante de comenzar el Besapiés del Señor de la Caridad: “la meditación termina con un beso. Besamos tu imagen. Tu pie. En silencio. Contemplando despacio tu imagen, para descubrir en ella la misericordia infinita del Padre. Y para escuchar con atención lo que el Cristo de la Caridad quiere decirte esta noche. Hermano, hermana, antes de besar el pie de tu Señor, escucha, por favor. Hay muchas maneras de vivir la vida: unas merecen la pena, y otras dan asco. La vida de Jesús mereció la pena. Él nos invita a seguirlo, viviendo una vida como la suya, si queremos”.

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