En el transcurso de la primera sesión del Aula de Formación Permanente conocimos la importancia de dos términos complejos pero necesarios de asimilar como son “catequesis kerigmática” y “catequesis mistogógica”, entendidos estos como “el primer anuncio” y “la explicación de lo acontecido”.
Y es este campo mistogógico donde hay que enfocar la segunda sesión del Aula de Formación Permanente y la ponencia “El origen de la Pascua, origen de la Sagrada Eucaristía” impartida por D. Pedro Montero Ruzafa, explicar para conocer mejor el misterio central de nuestra fe como es la Eucaristía.
Con una pedagogía ágil y la pasión propia de quien transmite lo que ama, D. Pedro Montero disertó sobre el origen del misterio eucarístico y su paralelismo con la fiesta de la Pascua judía, dando a conocer a los concurrentes una dimensión desconocida de la Eucaristía. Su origen, cada gesto, cada frase tiene una explicación. Nada es casual.
La conferencia contó con una presencia importante de personas, ávidas todas por conocer mejor el origen del sacramento eucarístico. Los asistentes pudieron comprobar cómo la Eucaristía no es un “invento” desarrollado por el hombre ni por la Iglesia. La Eucaristía es el sacramento instituido por el mismo Jesús para hacerse presente cada día, en cada misa de cada rincón del mundo.
El tema expuesto, por su densidad y su riqueza catequética, es merecedor, quizás, de un ciclo de varias sesiones que no constriña la materia referida.
Expone el ponente la importancia que supone conocer el contexto judío en el que se desarrolla la misión de Jesús para así conocer más profundamente nuestra fe. El desarrollo de la intervención, apoyada en imágenes que ilustraban la catequética ponencia aclaraba conceptos, momentos y comunes con la celebración judía.
El mejor conocimiento de la Pascua judía nos permite entender con mayor profundidad los momentos y las oraciones de la celebración eucarística y este conocimiento nos permitirá valorar mejor, amar más y participar con mayor sentido en el sacrificio eucarístico.
Es ciertamente admirable el paralelismo entre la fiesta judía y la Eucaristía católica. Así, y a modo solo de ejemplo, recordamos cómo el cordero pascual debe ser preparado, como así explica el libro del Éxodo, sin tacha y sin defecto alguno, como Cristo fue preparado por Dios Padre, perfecto e limpio de mácula. Por otro lado, el cordero pascual es sacrificado como lo fue Jesús, “entre las dos tardes”, es decir, entre las dos y media y las cinco de la tarde del mismo día de la pascua. Según narra Marcos en su Evangelio, Jesús muere a las tres de la tarde. Y por último, el cordero pascual no podía tener ningún hueso roto antes de ser asado. Jesús expiró y no le partieron ningún hueso antes de ser sepultado.
Estas similitudes pueden dar una idea de lo atractiva que fue la ponencia que nos permitió conocer aspectos tan ricos del misterio por el que Dios mismo se hace presente entre nosotros, no de manera figurada, sino real y verdadera.