El domingo 19 de mayo en la Función Solemne en honor de NUESTRA SEÑORA DE LAS PENAS tendremos, de acuerdo con lo prescrito en las Reglas de la Hermandad (R. 21ª, 12), el "Acto de Entrega" a la Santísima Virgen María, que se realizará tras la recitación del Credo y con anterioridad a la Oración de los Fieles. Se trata de una invocación de homenaje filial a la Virgen María ofreciéndole toda la Hermandad y sus hermanos, ”entregándonos” a Ella como Señora nuestra y Mediadora de todas las necesidades e inquietudes, y poniéndonos en sus manos maternales personal y comunitariamente.
La Función solemne comenzará a las 12,30 de la mañana, será presidida por el Párroco de San Andrés y Director Espiritual de la Hermandad, Muy Ilustre. Sr. D. Manuel Campillo Roldán, y predicada por el Rvdo. P. D. Antonio Sanjuán Marín, C.M.F. Misionero Claretiano. La parte musical estará a cargo de la Agrupación Coral Portuense.
Acompañamos una explicación de qué es un Acto de Entrega a María, según el “Directorio sobre Piedad Popular y Liturgia”, así como el texto que se proclamará en la Función a Nuestra Señora de las Penas.
La consagración-entrega a María
A lo largo de la historia de la piedad aparecen diversas experiencias, personales y colectivas, de "consagración-entrega-dedicación a la Virgen" (oblatio, servitus, commendatio, dedicatio). Estas fórmulas aparecen en los devocionarios y en los estatutos de asociaciones marianas, en los cuales encontramos fórmulas de "consagración" y oraciones para la misma o en recuerdo de ella.
Respecto a la práctica piadosa de la "consagración a María" no son infrecuentes las expresiones de aprecio de los Romanos Pontífices y son conocidas las fórmulas que ellos han recitado públicamente.
Un conocido maestro de la espiritualidad que presenta dicha práctica es san Luis María Grignion de Montfort, "el cual proponía a los cristianos la consagración a Cristo por manos de María, como medio eficaz para vivir fielmente el compromiso del bautismo".
A la luz del testamento de Cristo (cfr. Jn 19,25-27), el acto de "consagración" es el reconocimiento consciente del puesto singular que ocupa María de Nazaret en el Misterio de Cristo y de la Iglesia, del valor ejemplar y universal de su testimonio evangélico, de la confianza en su intercesión y la eficacia de su patrocinio, de la multiforme función materna que desempeña, como verdadera madre en el orden de la gracia, a favor de todos y de cada uno de sus hijos.
Hay que notar, sin embargo, que el término "consagración" se usa con cierta amplitud e impropiedad: "se dice, por ejemplo "consagrar los niños a la Virgen", cuando en realidad sólo se pretende poner a los pequeños bajo la protección de la Virgen y pedir para ellos su bendición maternal". Se entiende así la sugerencia de bastantes, de sustituir el término "consagración" por otros, como "entrega", "donación". De hecho, en nuestros días, los avances de la teología litúrgica y la exigencia consiguiente de un uso riguroso de los términos, sugieren que se reserve el término consagración a la ofrenda de uno mismo que tiene como término a Dios, como características la totalidad y la perpetuidad, como garantía la intervención de la Iglesia, como fundamento los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.
En cualquier caso, con respecto a esta práctica es necesario instruir a los fieles sobre su naturaleza. Aunque tenga las características de una ofrenda total y perenne: es sólo analógica respecto a la "consagración a Dios"; debe ser fruto no de una emoción pasajera, sino una decisión personal, libre, madurada en el ámbito de una visión precisa del dinamismo de la gracia; se debe expresar de modo correcto, en una línea, por así decir, litúrgica: al Padre por Cristo en el Espíritu Santo, implorando la intercesión gloriosa de María, a la cual se confía totalmente, para guardar con fidelidad los compromisos bautismales y vivir en una actitud filial con respecto a ella; se debe realizar fuera del Sacrificio eucarístico, pues se trata de un acto de devoción que no se puede asimilar a la Liturgia: la entrega a María se distingue sustancialmente de otras formas de consagración litúrgica.
(Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, nº 204)
ACTO DE ENTREGA A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Solemne Función en honor de Nuestra Señora de las Penas
Al acabar la homilía y realizada la Protestación de Fe, permaneciendo todos de pie, el celebrante dice:
Queridos hermanos:
Nuestras Reglas nos exhortan a tener, en esta Solemne Función en honor de Nuestra Señora de las Penas, un «Acto de Entrega» a la Santísima Virgen María. Este acto de abandono, de entrega, o de filiación, tiene como finalidad aceptar a María en nuestra vida, tras la entrega que Jesús ha hecho de nosotros a sus cuidados de Madre, así como poner en sus manos nuestra fe, esperanza y caridad al servicio de los hombres, sobre todo en la evangelización, el culto y la fraternidad vividos a través de la Hermandad.
A continuación un hermano, representando a toda la Hermandad, pronuncia las siguientes palabras dirigidas a la Santísima Virgen María:
congregada en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, adoramos y agradecemos el Amor infinito del Padre,
que amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo único
y le envió al Espíritu Santo para la salvación de la Humanidad.
Te alabamos, Trinidad divina,
por haber asociado inefablemente a María en la obra de la salvación, elevándola a Madre de Dios y Madre nuestra.
Y tú, Señor Jesús, Cristo de la Caridad,
Hijo de María y primicia del mundo nuevo,
danos tu Espíritu para que suscite en nuestros corazones
los mismos sentimientos de tu amor de predilección
por los pequeños y los pobres.
Repite también para cada uno de nosotros "Mujer, ahí tienes a tu hijo" para que siempre sepamos vivir con "María en casa".
Que Ella,
que conserva en su corazón de Madre nuestras penas,
viva maternalmente con nosotros;
nos tome de la mano y sea nuestra inspiradora
en la evangelización de los más alejados;
nos ayude a ser piedras vivas de la Iglesia,
en comunión de vida y acción con el Papa y los Obispos;
nos alcance la intensidad de escucha y celo apostólico
para que seamos profetas creíbles de esperanza
en el actual y esperanzador tercer milenio de Fe cristiana;
nos eduque para la inventiva pastoral y para la bondad atrayente,
alimentada de ascesis que nos hacen expertos en diálogo y amistad, especialmente con aquellos que más lo necesitan.
Santísima Virgen de las Penas,
Madre de la Iglesia,
nosotros, la Hermandad de Santa Marta,
nos abandonamos hoy en tus manos maternas,
personal y comunitariamente,
confiando ciegamente en tu bondad e intercesión.
Te encomendamos el precioso tesoro de nuestras Reglas,
el compromiso de fidelidad y de unidad
como porción de la Iglesia que somos,
la santificación de todos nuestros Hermanos,
el compromiso de transmitir la fe en nuestras familias,
la defensa de la vida,
el trabajo y la profesión de cada uno de nosotros
animados por una actitud de culto en espíritu y en verdad,
la difícil responsabilidad de la formación,
y finalmente la audacia y generosidad apostólica
en el seno de la Iglesia diocesana.
Santísima Virgen de la Penas,
con gozo te proclamamos «Madre, Guía y Hermana»
de nuestra Hermandad de Santa Marta.
Acoge, te rogamos, este filial «Acto de Entrega o Abandono»
y haz que participemos cada vez más en el testamento
de tu Hijo en el Calvario,
cuando nos encomendó a tu corazón de Madre.
Por Él, con Él y en Él nos proponemos vivir y trabajar incansablemente en la construcción del reino del Padre.
Todos: Amén.
Seguidamente continúa la celebración eucarística con la Oración de los Fieles.