«Una sola cosa es necesaria» (Lc 10,42)

N.H.D. Isidro Gonzalez
Isidro González Suárez
 

“Volcadas de modo extraordinario en el culto, nuestras Hermandades han avanzado notablemente en el ejercicio de la caridad, pero se han quedado muy rezagadas en cuanto a la formación catequética de sus miembros. Por no mencionar la laguna insalvable en la transmisión del kerigma [anuncio de la Buena Noticia].  El mundo cofradiero está necesitado de un golpe de audacia, la parresía [audacia, valentía] de quien se siente invadido por el Espíritu Santo”.

JAVIER RUBIO, “Providencia y Cofradías”. ABC Sevilla, 30 junio 2016

Isidro González Suárez Hermano Mayor

Esta frase de Jesús con que pone fin a su coloquio en casa de Marta y María, recogido por el evangelista San Lucas, ha sido y es objeto de diversas interpretaciones teológicas y exegéticas. Pero todas lo sintetizan en la necesidad de buscar o alcanzar lo esencial en la vida cristiana. Ésto, los cofrades podemos trasladarlo sin dificultad a nuestra vida cofradiera, en que también estamos interpelados a anhelar o lograr lo nuclear de la misma: devoción a nuestros Sagrados Titulares, amor a nuestra Hermandad y a los hermanos, vivencia de la fe cristiana con nuestro espíritu cofrade, etc., dejando a un lado todo aquello que sea mera apariencia, engaño o vanidad.

Este boletín que recibes, querido hermano, pone en tus manos todas las noticias y acciones llevadas a cabo en los últimos meses en nuestra Hermandad de Santa Marta, pero también los proyectos y expectativas que planteamos para este nuevo curso que ahora se inicia, último de la Junta de Gobierno que me honro en presidir.

Más que una sucesión de informaciones y actividades que nos transmiten el buen momento en todos los ámbitos de nuestra Vida de Hermandad que creo hemos alcanzado entre todos, lo reflejado en estas páginas debe hacernos reflexionar con altura de miras sobre dos asuntos capitales que afectan muy directamente al ser cofrade en el siglo XXI, en que ya no tenemos la herencia familiar y el ambiente cultural como garantes de la transmisión de la Fe y de la devoción cofrade; me refiero a la autenticidad de la vida cristiana y al compromiso con nuestra querida Hermandad.

Hoy nuestro “mundo cofrade” avanza a pasos tan acelerados en pos de una afición sin límites, que se van quedado atrás o a un lado las devociones personales o familiares, las oraciones, las visitas a la Capilla, la asistencia a los cultos cotidianos o solemnes, hasta la misma estética cofrade, en otro tiempo elegante y depurada… Y también la vivencia de la fe cristiana y el conocimiento de nuestra genuina tradición cultural y religiosa están sufriendo una erosión progresiva y alarmante. Por ello debemos realizar una apuesta explícita de vida cristiana dentro y fuera de nuestra Hermandad, y ofrecer cada día, en cada actividad que realizamos, una propuesta de acercamiento a Jesucristo y a su Evangelio con claridad, cordialidad y cercanía cada vez mayor. 

Nuestro tiempo nos demanda también una actitud nueva de compromiso personal, claro y decidido, en favor de nuestra Hermandad, para que ésta pueda ofrecer una respuesta sólida y valiente en los fines y áreas de actuación que las Reglas señalan. A pesar de las dificultades de toda índole que nos acechan, no es éste el momento de tibiezas ni de mediocridades, sino de robustecer los principios e intensificar nuestra presencia sencilla y cotidiana en la Hermandad, siendo participes de los múltiples cultos, convivencias y actividades que jalonan nuestro calendario, o de aquellos otros proyectos que siempre tenemos en mente.

Este compromiso de vida cristiana y cofrade, aún a contracorriente de la sociedad y del «mundo cofrade», nos llevará, en definitiva, a pisar los suelos de nuestra Parroquia y Casa-Hermandad, para construir entre todos una Hermandad fortalecida, abierta y acogedora, en que encontremos fácilmente «lo único necesario»: el amor de Cristo y el de nuestros hermanos para luego transmitirlo con espíritu misionero a quienes nos ven o nos rodean.