Poner de moda el mensaje de Cristo

N.H.D. Juan Ramon Cuerda
Juan Ramón Cuerda Retamero
Boletín Nº 71 | febrero de 2008

En las postrimerías del año 2007, me dispongo a escribir esta carta abierta del Hermano Mayor, dirigida a todos los hermanos de la Hermandad para publicarla, a modo de editorial, en el primer boletín del año 2008.

Al terminar el año y en los albores del año nuevo, creo necesario reflexionar sobre el rumbo de la Hermandad, hacia dónde debemos mirar y hacia dónde debemos caminar.

En los anos 70, esta Hermandad fue pionera en adaptarse a los principios del Sínodo Hispalense. Redactó unas Reglas totalmente innovadoras que sirvieron de ejemplo a las de otras Hermandades e incluso a las Normas Diocesanas.

En los últimos treinta años el mundo ha experimentado una enorme transformación: las nuevas tecnologías, la sociedad de la comunicación, la sociedad del bienestar, la globalización, las grandes transformaciones políticas y geográficas, han hecho que la sociedad haya evolucionado de una forma vertiginosa.

Ante esta situación no nos podemos quedar en la Hermandad postsinodal de los años 70, tenemos que seguir avanzando y ser pioneros en la transformación de la Iglesia del siglo XXI.

Nos vemos inmersos en un mundo laicista, movido por valores materiales, en el que un falso progresismo y un concepto de libertad mal entendido nos ha llevado a una sociedad en la que los principios éticos y morales carecen de valor. Una tecnología y un progreso mal asimilados, nos están llevando a la contradicción con la naturaleza e incluso a su destrucción. Una visión miope del bienestar, nos conduce a un mundo egoísta, donde la justicia social y la solidaridad no tienen cabida. Cada vez contrasta más escandalosamente el progreso y el bienestar del mundo desarrollado con la miseria y el hambre del tercer mundo. Estamos viviendo en un mundo de violencia que se manifiesta en el seno de las familias, en las calles de nuestras ciudades, en un sinfín de guerras injustas y en una espantosa situación del terrorismo en los cinco continentes.

Esta no es una visión apocalíptica ni pesimista de la vida, es la cruda realidad que estamos viviendo en la primera década del siglo XXI.

El Santísimo Cristo de la Caridad

Y la reflexión es: ¿Qué podemos y que debemos hacer los cristianos ante esta situación? ¿Qué le está reclamando la sociedad a la Iglesia del siglo XXI?

En esta sociedad, carente de principios éticos y morales, los cristianos debemos defender, proclamar y practicar los principios de la moral cristiana. Aunque vayamos contra corriente, aunque seamos políticamente incorrectos, tenemos que manifestar que no todo es válido, que libertad no es amoralidad. Que la familia compuesta por padre, madre e hijos, si Dios nos los envía, es la única natural y no otras formas que sólo podremos admitir como accidentales. Que la mujer tiene libre derecho a decidir si gesta o no gesta, pero una vez que ha gestado, y desde el primer instante de la fecundación, la vida del nuevo ser no le pertenece y destruirla es un vil asesinato, un atentado contra el más indefenso de los seres. Que el sexo, natural y bueno en sí mismo, sin el soporte del amor, embrutece a las personas.

No se trata de renunciar a lo material, sencillamente no podríamos. Disfrutar de los bienes terrenales es, en sí mismo, algo bueno, sobre todo si sabemos compartirlos y glorificar a Dios con ello. Lo realmente malo es olvidarnos de nuestro fin último, no ser conscientes de lo perecedero de lo material y lo trascendente de lo espiritual.

Igualmente, el progreso es algo intrínsecamente bueno, siempre que lo pongamos al servicio del hombre y de Dios y no pongamos al hombre al servicio del progreso olvidándonos de Dios. El progreso que extrae los recursos de la naturaleza poniéndolos al servicio de la humanidad es éticamente bueno, el progreso o la tecnología que entra en contradicción con los principios naturales o atenta contra la naturaleza, es moralmente inaceptable para un cristiano.

Todos queremos una sociedad del bienestar, es lícito y natural, pero no debemos perseguirla egoístamente, a expensas de la injusticia social y de la insolidaridad. Los cristianos no podemos permanecer impasibles ante la miseria en el mundo, tenemos que revelarnos contra cualquier forma de pobreza y marginación. La globalización no puede ser la unión de los países desarrollados para explotar, más aún, a los subdesarrollados. Los cristianos y todas las personas de buena voluntad, debemos entender la globalización como la unión de los países desarrollados para combatir el subdesarrollo de los países más pobres e integrarlos en la sociedad del bienestar.

Vivimos en un mundo de violencia, violencia entre cónyuges, entre padres e hijos, en los colegios, en las calles de nuestras ciudades, guerras que se generan por causas fundamentalmente económicas, ideas y reivindicaciones fundamentalistas que se defienden con el terror. Es obvio que los cristianos no podemos practicar la violencia en ninguna de sus formas ni maneras, pero no basta con eso, debemos denunciarla y bajo ningún concepto justificarla.

Y desde la Hermandad, ¿qué podemos hacer por todo esto? Pensad que solo en la Hermandad de Santa Marta somos 2.000 hermanos, y si nos unimos los cofrades de Sevilla seríamos unas 150.000 personas diciendo basta ya, y si todos los cristianos del mundo nos revelásemos contra esta situación, estoy seguro de que cambiaríamos la faz de la tierra, pero estamos dormidos, aletargados, conformistas y resignados.

Ante esta sociedad laicista, los cristianos tenemos que dar testimonio del mensaje de Cristo. No basta con ser cristiano practicante, hay que ser activista cristiano, tenemos que poner de moda el mensaje de Cristo. El mensaje de Cristo es intemporal, después de 2000 años, sigue siendo auténticamente progresista, porque es el mensaje del amor frente al egoísmo, el mensaje de la paz frente a la violencia, el mensaje de la justicia frente a la injusticia, el mensaje de la verdadera libertad.