«Para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca» (Jn 15, 16)
Solo nos queda decir como en el Evangelio: «siervos inútiles somos; hemos hecho lo que debíamos hacer»
Ha llegado el momento de hacer balance y entregar el resultado de nuestra gestión al frente de la Hermandad, y se agolpan multitud de recuerdos, vivencias y emociones junto a la sensación del deber cumplido. Durante los último seis años hemos intentado servir fielmente a la Hermandad, siguiendo las Reglas, su impronta y su espiritualidad y, junto a los miembros de las dos Juntas de Gobierno que he presidido, llevar a la práctica cuanto éstas señalan y lo que en dos ocasiones (2011 y 2014) propusimos a nuestros hermanos, siempre bajo la premisa, a la hora de adquirir el compromiso, de “dar fruto y que nuestro fruto permanezca”.
De todo aquello tengo la satisfacción de constatar que, con el esfuerzo y participación de todos los hermanos, hemos logrado un cumplimiento importante de los objetivos marcados, aunque siempre quedan asuntos importantes que no han podido culminarse. En las páginas de este boletín encontrareis a modo de análisis, balance o despedida, la visión propia de cada Diputación y de cada área de trabajo de la Hermandad, porque he querido que sean ellos personalmente, quienes expresen al final del mandato su visión de este tiempo transcurrido y del trabajo realizado. Aquí está, pues, el último servicio de esta Junta de Gobierno.
En estos años hemos vivido acontecimientos muy destacados, que han fortalecido la vida y la espiritualidad de la Hermandad: el «Año de la Fe» fue una ocasión privilegiada para llegar a ella y vivirla fraternalmente. En su culminación, el Hermanamiento con la Basílica del Santo Sepulcro fue un momento de particular e intensa comunión con la iglesia madre de Jerusalén, lugar de la Sepultura y la Resurrección de Jesús. En 2014 conmemoramos brillantemente el V centenario de la Hermandad Sacramental de San Andrés, revalorizando el Sacramento de la Eucaristía, fuente y culmen de nuestra vida cristiana. El año 2015 nos hizo volver a San Martín en un Via Crucis inolvidable y recibir el título de Hermano de Honor de la Hermandad de la Sagrada Lanzada, así como acoger dos visitas ilustres. El Lunes Santo la de S.M. el Rey Felipe VI, que quiso conocer la salida de nuestra Estación de Penitencia; y en el mes de octubre nuestro querido Arzobispo Don Juan José Asenjo presidió la Función de Santa Marta y departió en nuestra Casa-Hermandad. En 2016 el centenario de Ortega Bru, el genial artista que tanto nos dió, nos hizo recordarle con unos actos sencillos pero expresivos de su significación para nosotros. Y también el «Año Santo de la Misericordia», con el Jubileo de la Hermandades en la Catedral y el paso del Señor del Gran Poder por nuestra sede. Estos acontecimientos nos han ayudado a intensificar la vivencia de distintos aspectos de nuestra Fe en la Hermandad.
Y junto a todo esto, nuestra vida cofradiera cotidiana, martes a martes, con infinidad de actos, retiros, encuentros y convivencias llevados a cabo por las distintas Diputaciones; nuestros Cultos de regla, mimados en su preparación y desarrollo; y la Estación de Penitencia del Lunes Santo, siempre ejemplar, cuidada y medida en sus detalles; medios para que a través de ellos llegase a nuestros hermanos y devotos incesantemente la gracia de Dios.
Pero, sobre todos los proyectos y actividades materiales y espirituales realizados -y han sido muchos gracias a Dios-, hemos tenido el convencimiento que lo fundamental ha sido ofrecer un claro espacio de vida cristiana, un lugar de encuentro con el Señor, de oración y espiritualidad, de conocimiento de las verdades de nuestra Fe, intentando que los hermanos y devotos encontraran, siempre en primer lugar, el rostro de Jesucristo manifestado en la vida y actividades de una Hermandad y Cofradía como la nuestra; e incluso avanzar y pasar de “mantener la Hermandad de siempre” a ser una Hermandad misionera, con propuestas e iniciativas novedosas, abierta a sus hermanos, a la Parroquia, a las demás Hermandades, a la Iglesia diocesana, y a otras realidades eclesiales, con un espíritu de comunión y servicio a la Iglesia al modo de Santa Marta; reconociendo, en definitiva, que todos los hermanos somos necesarios para compartir la riqueza de la fe, para que haya vida, crecimiento y futuro en la Hermandad. Ofrecer todo esto en primer lugar, en el momento actual de la sociedad y aún del “mundo cofrade”, es el único antídoto para salir de la superficialidad, del excesivo ruido externo y de la ausencia de Dios que se observa, con dolor y preocupación, en muchas realidades cercanas a lo cofrade o a la piedad popular.
Esta Junta de Gobierno que finaliza ha sido pionera en dos cuestiones de las que me siento particularmente orgulloso. Dos hermanas, Mª del Carmen Alcarrande y Marina Herranz, han culminado por primera vez dos periodos como Oficiales de la Junta de Gobierno, desarrollando de forma ejemplar sus cometidos en las importantes Diputaciones de Formación y Juventud. Y también hemos contado por vez primera con cuatro Auxiliares. Gracias a Juan Luis Infantes, Javier Salazar, Rafael Torrecilla y Rosario Leiva, por haber desempeñado este servicio que dará importantes frutos de participación de los hermanos en la Hermandad.
Quiero expresar mi profundo reconocimiento a los miembros de las dos Juntas de Gobierno que he presidido, por su entrega y dedicación y por la gran labor desarrollada, por la fidelidad y el tesón en el día a día, dando lo mejor de cada uno para que nuestros hermanos se encuentren con el Santísimo Cristo de la Caridad en nuestra Casa de Betania abierta, bien dispuesta y acogedora, objetivo que nos propusimos conjuntamente y que intentamos llevar a cabo hasta el último día de nuestro mandato.
Al llegar la hora de la despedida, lo primero una acción de gracias a Dios todopoderoso porque nos ha posibilitado y ayudado a servirle en la Hermandad de Santa Marta. Y dar las gracias al Señor Arzobispo, a nuestro Párroco y sus Vicarios por sus atenciones permanentes con la Hermandad. Y a tantos y tantos colaboradores como hemos tenido estos años. También pedir perdón a todos por los errores y omisiones sin duda cometidos. Asimismo, expresar mi gratitud a vosotros, hermanos de Santa Marta, por haberme permitido serviros siendo vuestro Hermano Mayor y por recibir el cariño y el afecto de todos. Y, por último, si algo hemos aportado a nuestra querida Hermandad, solo nos queda decir como en el Evangelio: «siervos inútiles somos; hemos hecho lo que debíamos hacer» (Lc 17, 10).