Misericordiosos como el Padre
Ofrecemos todos nuestros cultos y actividades de Cuaresma y Semana Santa tendentes a mostrar la misericordia de Dios a los hermanos, fieles y devotos.
Isidro González Suárez Hermano Mayor
En esta época de incertidumbres y cambios sociales acelerados, el Papa Francisco ha querido ofrecer a la Iglesia y al mundo el Año Santo de la Misericordia, inaugurado el pasado 8 de diciembre, como una ocasión providencial de refrescar el espíritu y de resetear nuestra Fe, para agarrarnos todos aún más a la mano de Cristo, todo Caridad y Misericordia, de la que nada nos podrá separar.
En la Hermandad de Santa Marta, como no podía ser de otra forma, este Jubileo extraordinario marcará toda la actividad ordinaria de los próximos meses, impregnando nuestra vida de Hermandad de las enseñanzas del Santo Padre en la bula de convocatoria “Misericordiae Vultus”. Aquí encontramos frases y párrafos que merecen el detenernos a reflexionar con seriedad y profundidad sobre nuestra actitud como cristianos laicos –cofrades– y como asociación de fieles –Hermandad– dispuesta, siguiendo las Reglas, a extender el mensaje del Evangelio a los hermanos y devotos por medio de los fines en ellas recogidos.
Señala el documento papal que “la Cuaresma de este Año Jubilar ha de ser vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre!” (nº 17). Efectivamente, la Cuaresma es un tiempo principal para los cofrades para celebrar y vivir la experiencia de la Misericordia de Dios. Pero no se da lo que no se tiene, porque nuestra fe no es una simple doctrina, sino que nace del encuentro personal con Jesús, de la experiencia con el Señor, el sacramento por antonomasia, el Dios encarnado, el rostro misericordioso de Dios que contemplamos cada martes en el Santísimo Cristo de la Caridad.
Así lo intentamos vivir en la Hermandad de Santa Marta y para eso ofrecemos todos nuestros cultos y actividades formativas de Cuaresma y Semana Santa, tendentes a mostrar la misericordia de Dios a los hermanos, fieles y devotos que, atraídos por la devoción a nuestras Sagradas Imágenes, por la solemnidad y fervor de los cultos cuaresmales y por el bello ritual cofradiero de la próxima Estación de Penitencia, acuden a nuestra Casa de Betania; para lograr hacer realidad la afirmación del Papa: “A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros” (nº 5).
Pero para ello también es necesario que los hermanos nos afanemos en tener a la Hermandad como la comunidad cristiana de referencia, donde vivir la Fe durante todo el año litúrgico, donde formarnos como cristianos conscientes y responsables y donde ejercitarnos en el amor al prójimo, tanto con nuestros hermanos en la nómina como con todas las personas, en especial las más pobres y necesitadas. Y para todo esto es necesario impulsar el compromiso de vida cofrade y de implicación con la Hermandad de cada uno de nosotros; pasar de una vinculación nominal y costumbrista a una inserción en la vida y actividades de la Hermandad que la hagan cada vez un medio más creíble de irradiar al amor y la misericordia de Jesucristo en nuestro entorno. Nuestras mismas Reglas no llaman a ello. Todos podemos dar un paso más en aras de fortalecer la vida de Hermandad, de mejorar la asistencia a los cultos, de darle importancia a las actividades de Formación, de aumentar cada vez más nuestra acción social y de Caridad.
Precisamente la atención a los más necesitados es un punto capital de este año de la Misericordia: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y de entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina” (nº 15). A esto se dirige la intensa actividad de la Diputación de Caridad, apoyada sobre todo por el grupo de hermanos voluntarios que cooperan en diversas instituciones de atención social; a esto el amplio volumen de recursos dedicados a esta parcela, que siempre son insuficientes; asimismo la intención de dedicar nuestro Fondo de Acción Social a paliar el drama de los refugiados de Oriente Medio que llegarán a nuestros países habiéndolo dejado todo atrás; todo ello con la certeza de que este es un pilar fundamental de nuestra Hermandad, y que tenemos que ser las manos de la Misericordia de Dios para amar cada vez más a los que “viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea ¡cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy!”… “En cada uno de estos «más pequeños» está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible, como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado” (nº 15).
Al acercarse los días más grandes de la Hermandad, en que el mayor número de hermanos la frecuentan con alegría de encontrarse en su casa espiritual, volvamos todos la mirada y el corazón rendido hacia el Santísimo Cristo de la Caridad, fuente de misericordia inagotable, porque “con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”. En definitiva, afirma el Papa Francisco y bien los sabemos los hermanos de Santa Marta mirando a nuestro Señor muerto trasladado con amor al Sepulcro que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (nº 1).