«Atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32)
Isidro González Hermano Mayor
Cuando nos disponemos a vivir una nueva Cuaresma y Semana Santa en la Hermandad de Santa Marta, y en este boletín se anuncian todos los cultos y actividades previas de la Estación de Penitencia, y aún los que se sucederán después hasta el final del curso, pienso que no tenemos otro punto hacia el que fijar muestra mirada y nuestro corazón que el Santísimo Cristo de la Caridad. Contemplándole a Él, a su cuerpo roto y entregado, vemos nuestro modelo de vida en la Hermandad y fuera de ella, como nos recuerda la Introducción de las Reglas: “El seguimiento a Cristo irá acompañado de un continuo conocimiento y amor a su persona y a su obra. Él ha de constituir el centro de los trabajos, y por Él y para Él se ordenará todo en la Hermandad”, que expresa con fidelidad el espíritu de servicio que anima a la Junta de Gobierno en favor de la Hermandad y de todos los hermanos.
Atraer a todos los hermanos y devotos hacia Jesucristo, su persona, su vida y sus palabras, debe ser el fin último y a la vez principal de todo cuanto vivimos y hacemos en la Hermandad. Añaden nuestras Reglas: “Todos los esfuerzos de los hermanos tenderán a conocerle cada día mejor y a imitarle siguiendo sus huellas y amoldándose a su imagen”. Así nuestra vida cristiana y cofrade tendrá un norte fiable, así nuestra participación en la vida y actividades de la Hermandad será algo provechoso, serio y profundo; así los esfuerzos y la entrega de tantos hermanos tendrá una recompensa segura y cierta.
Nuestro tiempo tan inquieto y complejo necesita claridad en las ideas y en los fines de la Hermandad, para que todo lo tradicional que en ella tenemos y realizamos nos lleve al centro de nuestra Fe y vida cristiana. Y la vivencia cofradiera, tan intensa, tan sentida y tan entrañable en estas fechas, también necesita converger cada vez más en el centro de nuestro amor, el Santísimo Cristo de la Caridad, para no quedarse distraída en asuntos menores o secundarios.
Esta atracción hacia Cristo se ha visto sustentada en las recientes Orientaciones pastorales para el periodo 2016-2021 promulgadas por nuestro Arzobispo en la clausura del Año de la Misericordia, que, en el apartado sobre Hermandades y Cofradías, nos ofrecen reflexiones como estas: “Hemos de buscar que los hermanos que viven la piedad popular, mayoritariamente en las Hermandades, tengan un encuentro personal con Jesucristo. Este debe ser el fin último del trabajo pastoral, desarrollando una personalización creciente de la experiencia cristiana. El Papa Francisco escribió que las Hermandades deben ser “fragua de santidad”, cuidando la formación cristiana, la oración personal y comunitaria, la vida sacramental y el compromiso con los pobres”. Propósitos, por otra parte, muy cercanos y similares a los que ya teníamos presentes en nuestras Reglas: “El amor de Cristo nos impulsa a conocerle y amarle con una entrega generosa en la oración, en los sacramentos, en el apostolado, en la vida ordinaria y en el ejercicio de la caridad. Igualmente este amor será inseparable del amor a su Iglesia y a los pobres”.
Para llevar a cabo todos estos planteamientos es necesario contar con la participación y presencia de los hermanos en el día a día de la Hermandad, arriesgar y comprometernos un poco más en acudir a la Hermandad, al encuentro fraterno en los cultos de los martes, nuestro corazón semanal, a las sesiones de Formación -orgullo íntimo de nuestra Hermandad-, en el apoyo a la Diputación de Caridad, o en las grandes citas que se anuncian del Quinario y Función Principal, del Vía crucis, del Besapiés, la Meditación o el Traslado al paso; todos estos momentos muy propicios para sentirnos todos hermanos y vivir nuestro ser cristiano unidos alrededor del Santísimo Cristo de la Caridad.
Desde estas premisas cobra su auténtico sentido toda la explosión de amor, belleza y devoción como adornan los cultos solemnes, la Estación de Penitencia del Lunes Santo, a nuestras Sagradas Imágenes… Todo adquiere su significado cuando se trata de difundir y expandir el nombre y el mensaje de Jesucristo hacia el mundo que nos rodea por medio de los signos sensibles que la estética cofradiera ha generado, expresando por medio de nuestra cultura el mensaje redentor de Jesús de Nazaret, muerto, sepultado y resucitado. Seguimos leyendo la Introducción de las Reglas y encontramos la clave del amor incondicional al Santísimo Cristo de la Caridad, que, como cofrades de Santa Marta, tenemos que hacer actuante en el mundo: “Los hermanos procurarán ser testigos de la Resurrección del Señor, ya que la muerte y la sepultura de Jesús solo adquiere su pleno sentido en la firme esperanza de la Resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe”. Con este espíritu, por Él, por su Palabra, por su Imagen sagrada, somos atraídos hasta San Andrés un año más. Que todo sea en su mayor gloria y la de nuestros hermanos. Amén.